Capítulo 36

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Volvió a la facultad la semana siguiente porque tenía unas cuantas entregas y exposiciones que hacer

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Volvió a la facultad la semana siguiente porque tenía unas cuantas entregas y exposiciones que hacer. Algunos de sus compañeros de clase notaron el cambio en su actitud, comparada con la de meses anteriores, y así se lo hicieron saber. Raquel solo pudo sonreír ante tanta atención que no había buscado, contenta de saber que, en efecto, había conseguido volver a ser la de antes.

Al terminar con la última exposición del día, y tras quedarse hablando con algunos compañeros, salió de la facultad y se dirigió hacia la Avenida Torneo para coger el autobús número tres. Recordó con una sonrisa las veces que en el pasado, al recorrer ese mismo camino, se encontró a Julián en su coche. Metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y suspiró sin dejar de andar, sumergida en sus pensamientos. Al cruzar la calle Marqués de Paradas por San Laureano, alguien la vio de lejos y no resistió el impulso de salir corriendo hacia ella. No gritó solo para que no advirtiera su presencia y escapara, ya que sus ganas de hacerlo estaban ahí. Cuando consiguió llegar hasta ella, tocó su hombro antes de colocarse a su lado.

—Raquel.

En ese instante la chica reaccionó e intentó huir, pues no se veía en condiciones de gritar.

—No huyas, por favor —le pidió.

—Primero tienes osadía de aparecer en mi casa... Y ahora tienes la poca vergüenza de seguirme. Te estás coronando... —Mientras decía aquello, Raquel no dejó de caminar. Le quedaba poco para llegar al semáforo que la separaba de su parada.

—Entiéndeme, necesito hablar contigo a solas, sin que nadie nos moleste —explicó Pablo.

Finalmente se detuvo y él lo hizo con ella. Raquel inspiró hondo antes de girarse para mirarle a los ojos.

—Te has propuesto hacerme daño, ¿no es así? Más aún, digo, porque el daño que me hiciste mientras estábamos juntos también cuenta.

Se cruzó de brazos mientras esperaba a que él volviera a hablar. No quería, pero su curiosidad era mayor que las ganas de que la dejara en paz de una vez. Solo necesitaba que le pidiera perdón de forma sincera y si lo hacía ya podría sentirse liberada de una vez y por todas.

Aunque ya se sintiera así sin que Pablo lo hiciera.

—No es lo que quiero, aunque no me creas —respondió él—. ¿Por qué no quieres saber más de mí? He intentado ponerme en contacto contigo muchas veces, pero nunca devolvías los mensajes ni las llamadas.

—¿Acaso esperabas que después de todo yo siguiera ahí para ti? —Rodó los ojos y movió la cabeza hacia la derecha. Bufó antes de continuar—. Esto ya me parece surrealista, de verdad... Hace tiempo vi que subías fotos a Showface con una chica y no parecía que fuera tu amiga precisamente. Ese día supe que no quería volver a saber de ti y lo mantengo.

Ella hizo ademán de irse, pero él la retuvo sosteniéndola del brazo.

—Puedo cambiar, Raquel —añadió—. Solo déjame intentarlo de nuevo...

Él no soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora