Una flor apareció de pronto abriéndose, brotando con elegancia, de allí, de su centro, una gota de rocío se dividió en dos, la gota era enorme y brillaba con tanta luz que tuve que dejar de contemplarla. Cada trozo de agua ahora separado luchaba por volver a fundirse, por reunirse de nuevo. Un aura iridiscente se hizo presente de pronto y cada fragmento se dispersó con una luz en direcciones opuestas.    

Abrí mis párpados entonces tomando aire bruscamente, sentí como si hubiera permanecido sumergida en el agua por demasiado tiempo. Mis respiraciones eran forzadas, difíciles, pesadas, me dolía tanto el simple hecho de inhalar que por un momento deseé ya no hacerlo más.

El sonido del timbre me alertó; sabía que no se trataba de Leah puesto que ella habría llevado las llaves, estaba segura. Luché contra las sensaciones, contra mi cuerpo completamente debilitado y poco a poco me levanté. No iba a dejar que eso me derribara, no sabía qué era todo lo que había visto, qué me estaba sucediendo con exactitud, pero no permitiría que tomara control sobre mi cuerpo, sobre mi vida.

  —¡Un momento! —Logré decir mientras me apoyaba en cada mueble cercano a mí, para poder llegar a la puerta. Tomé aire por la boca, tratando de mantener el control sobre el dolor del pecho. Cuando logré llegar a la entrada y abrí, me encontré de frente con un enorme arreglo de peonías rosadas.

La flor que había visto un momento antes en aquella visión ahora estaba frente a mí...

—¿Señorita Park? —preguntó el chico que traía el encargo. Me hice a un lado recostándome sobre la pared.

—Soy yo... —murmuré. Pensaba que se trataba de un detalle que había enviado el novio de Leah a mi casa, ya que él sabía que ella se encontraba aquí conmigo.

—El señor Karan le envía esto —Solté el aire tan rápido que sentí como si mi cuerpo a través de aquella exhalación hubiera expulsado toda la tensión que tenía.

—Pasa... —dije aún sorprendida. El alivio que estaba sintiendo en aquel momento era monumental, era una señal de que estaba bien, que estaba a salvo. Dios, Karan estaba vivo.

El chico dejó el arreglo floral cerca de mi sala de estar, justo sobre una mesa, era absolutamente hermoso.

—Gracias. —Esbocé una sonrisa, el chico pareció observarme con preocupación, pero no dijo nada más. Se despidió y antes de cerrar la puerta Leah llegó.

Me acerqué al arreglo floral viéndolo con asombro, era la primera vez que un hombre me enviaba flores. Vi una tarjeta blanca entre una de las peonías y al tomarla, mi dedo rozó uno de los pétalos. La planta pareció iluminarse a rosa eléctrico. Me eché hacia atrás ante la reacción, dejando caer la pequeña nota, no esperaba que tuviera efectos de luz.

Leah se acercó y observó el ramo por todas partes, quizás estuviera viendo cómo funcionaba el sistema que hacía que se iluminaran.

—No hay nada extraño... —dijo y luego con brusquedad arrancó una de las flores.

—Pero... ¡¿qué estás haciendo?! —Me senté en el sofá, ya no soportaba estar de pie.

—¿Estás bien? —preguntó ella acercándome la flor que había extraído del ramo.

—No... —susurré apretando mis puños.

—Amelie, toma esta flor —Se sentó a mi lado observándome con atención—. Tengo que ver algo, necesito ayudarte y si esta es la única forma de hacerlo, lo haré.

—¿De qué estás hablando?

—Sólo tómala, si es así te juro que aceleraré el proceso.

Frunciendo el ceño y observándola sin entender de qué me hablaba, tomé el pequeño tallo de la planta, la cual se iluminó apenas mis dedos la rozaron.

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