15

14.8K 1K 248
                                    

«Estábamos, estamos, estaremos juntos. A pedazos, a ratos, a párpados, a sueños».
—Mario Benedetti.

Paula

—¿Cómo te fue con el director? —pregunta Iván tras recogerme, quitándose sus gafas de sol. Parece un auténtico modelo de revista.

—Como imaginaba —ruedo los ojos —Básicamente me dijo que solo eran ideas mías —él gruñe tirando de su cabello. Sé que está tan desesperado como yo. Decido omitir el pequeño percance que tuve con el profesor para no empeorar las cosas. Necesito que se mantenga al margen, es un asunto mío y de ese idiota —Pero se me ocurrirá algo, no te preocupes —aseguro para tranquilizarlo.

Ya en casa, después de comer, observo mi reflejo en el espejo al tiempo que acaricio mi barriga. Dentro de pocos meses tendré por fin a mi bebé conmigo. Parece un sueño, pero no lo es, es la realidad. Una bonita realidad si no fuera por el peligro que corremos y porque siento que ya no le parezco tan atractiva a Iván; no me toca desde hace aproximadamente tres semanas.

Intento alejar esos pensamientos de mi mente y camino hacia la sala con una amplia sonrisa, parándome frente a él. Está tan concentrado con el trabajo que ni siquiera se percata de mi presencia.

—Amor —muerdo mi labio inferior —¿Quieres que... hagamos cositas?

—No puedo, tengo que terminar esto antes de ir a clase —sigue tecleando en el ordenador como si yo no existiera.

Ahogo un sollozo, y sin poder evitarlo suelto todo lo que siento.

—¿Es que ya no me deseas porque estoy gorda y fea? ¿Es eso? —mi voz se quiebra —¿O acaso te has enamorado de otra y no me lo quieres decir?

Él levanta la mirada hacia mí como si me hubiera vuelto loca.

—¿Pero de qué hablas, bonita? —se levanta del asiento con intenciones de acercarse a mí, pero lo aparto —Tú eres la única mujer que he querido y querré por el resto de mi vida. No tengo ojos para nadie más.

—¿Y por qué carajos no me tocas como antes? —espeto dolida.

—Oh, es eso —se da una palmada en la frente —Entre el trabajo y la universidad apenas tengo vida, tienes que entenderme.

—Excusas baratas —digo cruzándome de brazos.

—De acuerdo, también... —suspira —También me preocupa hacerle daño al bebé, está muy crecidito y no quiero aplastarlo.

Abro la boca dispuesta a replicar, pero la cierro sin saber qué decir. No sé si reír o llorar por su ternura. Me había imaginado lo peor.

—Iván, no le ocurrirá nada —intento calmarlo, acariciando su mejilla —Simplemente hagamos posturas más cómodas y ya.

—Está bien —asiente —Perdóname por tenerte a dos velas, pero te juro que no era por falta de ganas. Estaba muriéndome por hacértelo.

Rodeo su cuello con mis brazos, perdiéndome en el océano de sus ojos azules que tanto me fascinan.

—Demuéstramelo —susurro rozando sus labios. Él agarra mi cuello en respuesta y une sus labios con los míos en un gesto ansiado, desesperado, para luego guiarme hacia el sofá. Sus manos me arrebatan el vestido y mi ropa interior sin dejar de besarme.

—Tengo sed de ti —murmura entre besos. Acto seguido, aleja su boca de la mía y baja lentamente por mi cuello, desplazando su lengua juguetona por la punta erizada de uno de mis pechos, sonríe jugueteando con él y después le da amor al otro. Hundo mis dedos en su cabello al tiempo que arqueo mi espalda. Ansiaba tanto su contacto...

Me estremezco al sentir el cosquilleo que produce su cabello en mi vientre, depositando pequeños besos en nuestro bebé. Mi respiración se acelera cuando abre ligeramente mis piernas, y tiemblo cuando me roza la cara interna del muslo. Entonces siento su ardiente boca en mis pliegues, provocando que jadee.

El primer roce cálido y húmedo de su lengua en mi clítoris hace que muerda mi labio inferior con fuerza. Sus labios se abren y se cierran mientras devora mi intimidad, otorgándome el más infinito placer. Después mueve su lengua de todas las formas que me vuelven loca, y sostengo mis senos mientras pequeños gemidos escapan de mi boca.

Aparta su boca de mi interior para dejar paso a sus dedos. Paulatinamente va acelerarando el ritmo, y aprieto los párpados con fuerza, perdiendo todo tipo de control sobre mí.

—¿Quieres algo más? —esboza una sonrisa burlona, y asiento, incapaz de responder.

Entonces siento la punta de su miembro en lugar de sus dedos, y dejo caer mi cabeza hacia atrás. Mis caderas se mueven contra él mientras sus ojos se encuentran con los míos. Están llenos de pasión cruda y salvaje.

Doy la bienvenida a la tensión que crece con su contacto, el movimiento de su resbaladiza erección. Iván me lleva al límite con cada embestida y, tras torturarme sin piedad alguna, finalmente me permite llegar más allá.

_________________________________________

🔥🔥🔥🔥

Por siempre, tú © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora