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«Cómo va a ser pecado, si tocamos juntos el cielo».
—David Sant.

Paula

Observo mi perfil en el espejo. Apenas se me nota la barriga todavía, lo cual agradezco. No me acostumbro a la idea de verme con una enorme panza. Entonces esta ruge exigiendo alimento, y suspiro. Cada vez tengo más apetito.

Camino hacia la cocina con la intención de hacer el almuerzo cuando el sonido del timbre me detiene. ¿Será Iván? Aunque normalmente suele llegar un poco más tarde del trabajo.

Al abrir la puerta, me llevo una gran sopresa. Es la vecina. Su rostro denota nerviosismo, y mira a su alrededor como para asegurarse de que nadie la vea.

—Hola —murmuro un poco extrañada —¿Te puedo ayudar en algo?

—Eh... discúlpame, creo que no ha sido una buena idea... —musita dándose la vuelta, pero la freno.

—No, espera —estoy segura de que necesita desahogarse con alguien —Pasa, estoy sola y aburrida.

—¿No te importa? —dice con el ceño fruncido, y niego con la cabeza, apartándome para que entre.

—¿Quieres tomar algo? —pregunto una vez dentro.

—Agua está bien, gracias —contesta inmóvil en la entrada.

—Vamos, no te quedes ahí, siéntate en el sofá —digo para hacerla sentir cómoda. Sé que es extraño teniendo en cuenta que es una desconocida, pero por alguna razón me inspira confianza.

Voy por su agua y regreso a la sala. Ella parece tener la mirada perdida, y se sobresalta cuando me siento a su lado. Le entrego el vaso con una pequeña sonrisa.

—Perdón, no me he presentado —digo avergonzada —Soy Paula, pero puedes decirme Pau.

—Isabella —contesta en voz baja, sujetando el vaso entre sus manos.

—Y...¿llevas mucho viviendo aquí? —inquiero con curiosidad.

—Desde hace tres años.

—Oh, vaya —quiero hacerle más preguntas, pero decido callarme. No me gustaría parecer el FBI.

—Yo... no tengo amigas —eso llama mi atención, y la miro con el ceño fruncido. Ella se aclara la garganta —Me alejé de la única que tenía. Y en este edificio... bueno, tampoco hay mucha juventud.

—Pues aquí tienes una amiga —le guiño un ojo —Si quieres, claro.

Una tímida sonrisa se dibuja en sus labios.

—Gracias.

—Oye... ¿no tienes familia? —me atrevo a preguntar.

—Sí, pero... también me alejé —musita jugando con sus manos.

Vaya, qué extraño.

—Yo tengo a mi mamá y a mi hermano
—sonrío al recordarlos. Me hacen tanta falta.

—Nunca te separes de ellos —pronuncia, y niego con la cabeza.

—Nunca lo haría, ellos son lo primero.

—Ojalá hubiese pensado como tú...

—Isabella, ¿estás bien? —inquiero, observándola directamente a los ojos —Puedes desahogarte conmigo, aunque me acabes de conocer.

Hace una mueca, como si no supiera qué responder.

—Yo... tengo que irme —se levanta de un salto del sofá —Vendré otro día, ¿sí?

—Está bien —asiento. Tengo que darle tiempo, pero es un avance.

—Adiós —es lo último que dice antes de encaminarse a la puerta y cerrar con suavidad.

Quiero ayudarla, y lo voy a hacer, cueste lo que me cueste.

🌙🌙🌙

Muerdo mi labio cuando siento sus brazos rodearme por detrás. Al girarme, sus profundos ojos azules me siguen viendo con amor. Incluso más, si es posible. Está tan guapo con ese traje, que seguramente haya captado las miradas de muchas mujeres en la empresa.

Acaricio su corbata y deposito un beso en sus labios.

—¿Cómo te fue, amor?

Por un momento pienso en contarle la charla que tuve con la vecina, pero finalmente descarto la idea. No quiero preocuparlo, ya que me advirtió que podría ser peligroso.

—Por ahora todo marcha bien —sonríe con satisfacción —El señor Arthur está realmente contento con mi trabajo. Es más, me invitó a una cena la próxima semana para celebrar que regresé a la empresa. Y, por supuesto, vendrás conmigo.

Alzo las cejas.

—¿Yo?

—Claro que sí —afirma —Eres mi novia, y quiero que conozcas mi entorno de trabajo. Además, la mayoría llevará también a sus parejas. No te sentirás excluida ni nada por el estilo.

—De acuerdo —sonrío —Tendré que pensar el outfit.

Frunce el ceño.

—¿El qué?

—Lo que me voy a poner —río.

—Con cualquier cosa estarás preciosa —levanta mi mentón para besarme, y le correspondo sedienta. El embarazo me pone demasiado caliente, para qué negarlo.

Entonces me gira y me apoya contra la mesa del comedor, bajándome el pantalón para acariciar mis nalgas.  Estiro mis brazos y me inclino para darle un mejor acceso. No tardo en sentir su duro miembro en mi intimidad, causando que se me escape un gemido.

Agarra mi cabello sujetado en una cola al tiempo que me propina fuertes embestidas. Oh, joder, se siente tan bien. Grito sin poder contenerme, y le pido que no se detenga. Sé que lo disfruta tanto como yo. No sé cuánto tiempo pasa hasta que Iván deja un beso en mi espalda, y siento una ola de calor en mi interior.

Nunca encontraría a otro mejor que él, cada día lo tenía más claro.



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Perdón por tardar tanto en actualizar, espero que os haya gustado. 💞

Por siempre, tú © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora