Día 2: Hacer lo correcto no es sencillo

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Sábado 31 de agosto, Sunset Bay.

Madrugada

Definitivamente, de todos los escenarios en los que Lucy se imaginó envuelta en los brazos de Connor Gallagher, ese era el más inaudito de todos. No podía quejarse, sabía en el fondo de su corazón, que la única manera que el rubio la abrace era esta, estando completamente ebrio. Pero aunque no pueda quejarse, aún desearía que el tipo esté lúcido o como mínimo, que diga su nombre de manera correcta.

- Lo se, amiga, lo sé.

Lucy y Jane se saludaron a la distancia y por primera vez en la noche, y en la vida. La morocha se encontró sola con Connor, y fue como si todos los años de haber fantaseado con él y observarlo a la distancia le cayeran arriba como un balde de agua helada.

De cerca era aún más perfecto. Nunca se había percatado a lo lejos que Connor tenía pecas, muy pocas y muy distribuidas por el puente de la nariz ni su piercing allí. Tampoco se había dado cuenta de hasta qué punto su nariz era la más perfecta y respingada que había visto. Por supuesto, tampoco tenía manera de adivinar qué tendría aquel aroma masculino que hizo que un pequeño escalofrío la recorra de pies a cabeza.

-Me miras mucho, Liz. ¿Sabes dónde dejé mi moto?

Lucy despertó de su trance y sacudió la cabeza.

-No cariño, no vas a subir a una moto en este estado.

-¡Pero estoy bien!

-No Connor, no estás bien.

El rubio frunció el ceño malhumorado, y por un segundo, Lucy recordó a aquel pequeño niño furioso en el kinder que no quería pintar. Era la misma mueca que recordaba con tanta claridad.

- Te prometo que podrás irte a primera hora de la mañana.

- Pero ¿Dónde dormiré?

-En mi habitación.

-Wow...la habitación de una chica.

La de cabello negro soltó una carcajada.

-Estoy segura que Connor Gallagher ha conocido las habitaciones de muchas chicas.

-Si...algunas.

En silencio y con el gigante apoyando todo su peso en ella, Lucy y Connor subieron las escaleras y recorrieron pasillos hasta que se encontraron finalmente en la habitación.

La de cabellos oscuros agradeció no tener nada en las paredes que pueda resultar vergonzoso como algún póster de una película romántica o un empapelado dev animalitos de colores o corazones. Agradeció que sus paredes sean blancas y esté todo ordenado.

-Lindo- Connor tuvo un ataque de hipo- Lugar.

-Y aquí dormirás tú...

El rubio se dejó caer en la cama y movió su cuerpo de manera juguetona, corroborando que tenía resortes. Lu simplemente sonrió, era como un cachorrito, para nada similar al perro rabioso y malhumorado que parecía ser en el instituto.

-Te traje esto- La dueña de casa le entregó un vaso con un antiácido que Connor vació en apenas unos segundos, como si se tratara de un shot de tequila o algo así.

-Gracias por cuidarme, se...se que soy un desastre.

-No eres un desastre.

-Si, por eso Roxy me dejó.

-No Connor, Roxy te dejo porque es una imbécil, no le prestes atención.

Por unos largos segundos, el muchacho clavó su vista en el vaso de vidrio, hundido en sus pensamientos. Por supuesto, Roxy no debía haberle roto una botella de vidrio en la cabeza, pero al mismo tiempo, él no tendría que haberla engañado con tantas personas, y mucho menos de manera tan pública. A veces se comportaba como un verdadero imbécil. Se merecía que la gente lo trate como una escoria. El se sentía una escoria.

Siete días (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora