[𝟶𝟻] - 𝚘𝚙𝚒𝚊𝚌𝚎𝚘𝚜.

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viernes.

02:55 a.m.

"adoro tu puntualidad, de verdad." dijo en un casi grito. "siempre tempranito."

"no me gusta llegar tarde a los lugares." respondí soltando una bocanada de humo. "¿querés?" ofrecí una pitada de mi cigarro. "mira que no tiene ningún coso ilegal, eh, es un puchito normal." añadí burlón.

"con vos nada es normal, tinto." musitó con una sonrisa. "igual no quiero, sos muy amable de todas formas."

"¿qué te pinta ahora la formalita para hablar?" cuestioné siguiendo su paso. "habla como todos, no te hagas la otra."

"pasa que soy una chiquita bien, una chetita de belgrano, no puedo hablar como los demás... es por el legado de mi familia." bromeó con un tono sarcástico. "vos sos un nene bien igual, a mí no me engañas." 

"¿nene bien?" 

"ajám, que te hagas el rebelde retobado porque te drogas no quita el hecho de que seas un nene bien..." guiñó el ojo. "no está nada mal igual, lo disimulas bien... se nota que no te gusta que te lo digan."

me sorprendía y hasta me ponía un poco de mal humor la capacidad de acker para leer a la gente, me hacía preguntar también si podía leer a todos o solamente a mí.

"no me hago el 'rebelde retobado'" me quejé. "que vos seas una cheta no significa que yo también lo sea."

"a mí no me interesa si sos cheto o no, tinto." suspiró. "tampoco te me canses rápido."

"deci lo que quieras acker, ya fue." refunfuñé, pero aún así no la dejé de seguir.

"toma, para que no te enojes te traje un regalito." comentó buscando algo en su diminuta mochila. "usalo como quieras, no preguntes de dónde lo saqué." remató estirando una bolsa de supermercado. "abrilo en la plaza." sonrió pegando un pique a la esquina.

ambos nos recostamos sobre el verde pasto del parque, aunque ahora no se veía tan verde como siempre, capaz era por las luces. la luz de la luna daba de lleno a nuestro lugar donde, en silencio, ambos nos encontrábamos. los ojos de acker estaban clavados en la luna, y tenían un brillo especial, uno que jamás había visto.

"¿ya lo puedo abrir?" pregunté con una curiosidad medio infantil, obteniendo un asentimiento de su parte.

al abrir la bolsa observé todo lo que contenía.  tenía una cuchara, una tira de goma, un encendedor y un cristal chiquito. la miré atónito, pero sus ojos no reflejaban emoción alguna, y eso ya me resultaba extraño.

"¿te gustó?" cuestionó atonal. 

"no sé qué decir..." susurré con un tono desconcertado. 

"yo sabía que te iba a gustar, lo supuse la otra vez cuando me preguntaste... además los pibes con carita de nene bien suelen ser los que se la dan con todo, entonces te traje todo." replicó guiñando el ojo, la puta madre, me encantaba que guiñara el ojo. "si te queres inyectar ahora, mandale mecha, no te sientas intimidado por mí."

"mira si me vas a intimidar, acker." respondí un poco prepotente a la vez que rodaba los ojos, tomando la tira de goma y rodeando mi brazo con ella, haciendo que se note mi vena. 

improvisé un torniquete bastante medio pelo, pero que se la bancaba solo. tomé la cuchara y coloqué el cristal en ella, para luego colocar el encendedor por debajo de la misma y comenzar a derretirlo. me sentía incómodo, por el hecho de que el único boludo que se iba a pegar un viaje era yo. acker me miraba con cierto sigilo y cuidado, miraba con cuidado cada movimiento y cada gesto que hacía... no sabía si me incomodaba o si me gustaba la atención que me prestaba.

agarré la jeringa y con dicho objeto comencé a chupar el líquido de la cuchara, reafirmé el torniquete para encontrar la vena, la cual se encontraba bastante marcada pero, que aún así bajo la luz del alumbrado público, era medio complicada de hallar. me la inyecté y sentí cada pequeña partícula viajar a través de la aguja, eran miles de sensaciones viajando por mi torrente sanguíneo, hacia cuánto no sentía esto.

mientras mis ojos veían y descubrían nuevas constelaciones, caí rendido sobre el pasto, abriéndome de brazos como si estuviera esperando un abrazo del cielo o algo similar. volteé la cabeza y ahí estaba ella, mirándome con esos ojos tan hipnotizantes y manipuladores, con su cara ladeada y esa chispa de ingenuidad pero audacia que la caracterizaba. lentamente se comenzó a acomodar sobre mi pecho y me abrazó por la cintura.

"acker..." 

"¿qué pasa, tinto?"

"la semana que viene quiero que vengas a casa."




























no puede ser valentín drogón de mierda se me cayó un ídolo.

𝐜𝐚𝐛𝐢𝐥𝐝𝐨 𝐲 𝐣𝐮𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨 - 𝐰𝐨𝐬Where stories live. Discover now