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La dichosa televisión del coliseo paró de emitir imágenes, yo seguía maniatado a la silla y, Balbás continuaba inmóvil en las gradas mirándome fijamente, permanecía en silencio. La segunda voz que se hizo sonar en el coliseo que ordenó a Balbás que se levantase, volvió a hablar, pero esta vez se escuchaba a mis espaldas.

- Hicimos bien Ocram...- noté unas manos que se apoyaban en mis hombros- Ese cabrón se lo merecía. Él es el que nos obligó a hacer el pacto.- ahora, la voz se acercó susurrándome al oído.- Y por eso mismo debemos cobrar nuestra venganza, ahora que podemos Y olvidarnos del mierdas de Balbás.-

- Oh venga... ¿le vas a hacer caso de nuevo? Ni Balbás, ni Jaime nos han traído hasta aquí. Solamente tus malas decisiones y, sobre todo, por hacer caso a Belf.- respondió la primera voz desde ninguna parte.

- ¡Tú cállate! - enfureció la segunda voz. Las manos desaparecieron de mis hombros y, oí cómo el hombre del que procedía la voz caminaba hacia mi, se detuvo al lado de la tele, mirando a las gradas, sólo veía su espalda, pero enseguida supe de quién se trataba, Belf.- Mírale a los ojos- me ordenó mientras señalaba a Balbás.- ¿en serio me dices que no se lo merecía?- se acercó a mí, mirándome, sin dejar de señalar a las gradas. A mi me hervía la sangre sólo de pensar en Balbás.- ¿ No se lo merecía?-

- Claro que se lo merecía...- contesté.

- ¿Entonces qué coño haces pensando en ese hijo de puta?- preguntó con unos ojos ciegos de ira, dejando de señalar a Balbás, y acercándose aún más a mi.

- Al fin y al cabo, eran amigos, Belf... No todos son unos insensibles como tu.- respondió la primera voz.- El no tiene la culpa de que hoy estemos en el cementerio, la tenéis vosotros.

- ¡He dicho que te calles, Rolan!

De repente, las televisión se volvió a encender. -¿Qué coño estás recordando ahora?- me preguntó Belf. Yo no respondí y, me limité a ver las imágenes de mis recuerdos.

Se veía mi casa de nuevo, Ícaro estaba tumbado en un sofá del salón, también estábamos Bernadette y yo, tumbados en el otro sofá, arropados con una manta. Estábamos viendo Django desencadenado de Tarantino, nos encantaba la película, la habíamos visto un millón de veces. Sobre todo, nos gustaba verla mientras comíamos palomitas y, nos fumábamos unos porros.

Yo estaba más pendiente del domingo que de otra cosa, no podía dejar de pensar en qué pasaría al día siguiente, mirando a la nada mientras se me venía a la cabeza esos dos cabronazos de Balbás y de Jaime.

- ¡Tú huevón! pásatelo. - me dijo Ícaro. Yo desperté de mi trance.

- Toma hermano, perdona. estiré el brazo para dárselo. Ícaro lo cogió mirándome preocupado.

- Tranquilo... todo va a salir bien. No te preocupes. Mañana iremos al bar y le sacaremos la coca a hostias si hace falta.

- Tio, seguramente ya se la haya dado a Jaime, ha pasado una semana.- respondí desesperanzado.

- Pues haremos que nos devuelva la pasta.- respondió Ícaro para darme ánimos.

- Si, no se que pasta nos va a devolver, como no tenga veinte mil pavos en los huevos metidos, no sé de dónde los va a sacar el hijo de puta.

- Tranquilo amor, vamos a esperar a mañana a ver que pasa.- intentó tranquilizarme Bernadette. No respondí, y seguimos viendo Django.

Por cierto, he estado dando vueltas a algo.- me dijo Bernadette en un tono bajo, para que Ícaro no la oyese.- hay una cosa que no me cuadra de aquella noche, y me está poniendo negra...- su tono empezó a endurecerse.- ¿Cómo coño no visteis a Triz salir del salón si estabais Ícaro y tu, vigilando todo el rato?- tragué saliva.

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⏰ Last updated: Jun 22, 2020 ⏰

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