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La televisión del coliseo dejó de emitir imágenes, yo seguía maniatado sin saber qué era lo siguiente que iba a pasar, o qué recuerdos iba a mostrar aquella dichosa televisión. Estaba algo pensativo al ver lo que fue el percutor de lo que me hizo estar, el cuatro del seis de dos mil veinte, en el cementerio sufriendo por una gran pérdida, sentí un gran enfado al "vivirlo" nuevamente, ese puto sentimiento de culpa hacía que la sangre me hirviese.

Transcurrieron varios segundos sin que nada pasase cuando una nueva voz se hizo sonar, no sabía de donde procedía, se escuchaba por todas partes y, al igual que la anterior me resultaba familiar.

- Levántate.- ordenó la voz, intuía que no me decía a mí, ya que yo no podía hacerlo. Acto seguido, una de las personas que estaban enfrente mio sentadas en las gradas se levantó, y una luz le empezó a enfocar desde arriba, al igual que un foco ilumina a un actor en el escenario de un teatro. Al principio no lograba distinguir quién era debido a su lejanía, solo lograba ver una gran barba, pero al poco tiempo caí, era Balbás.

Ni él ni la nueva voz dijeron nada, cuando de repente la televisión se volvió a encender y unas nuevas imágenes de mis recuerdos empezaron a verse.

Era mi salón, pequeño y desordenado, había dos sofás que conformaban una "L", con una minúscula mesa de cristal en medio repleta de botellines y colillas en el cenicero, enfrente de esta había un gran televisor de cincuenta y dos pulgadas donde echaba las tardes jugando a la "Play".

Sentados en los sofás, Ícaro, Belf y yo, estábamos discutiendo cómo íbamos a vender la cocaína, Ícaro iba al cincuenta por ciento conmigo, era mi socio, Belf se limitaba a aconsejar y a ayudar. Decidimos que íbamos a hacer una fiesta en mi casa para que la gente probase la nueva mercancía y se hiciera conocida por el barrio, Ícaro no estaba muy deacuerdo pero al final accedió. Esa misma noche organizamos la fiesta, invitamos a un gran número de personas; gente del barrio que sabíamos que eran consumidores, otros camellos pequeños para ver si podíamos tirar grandes cantidades de una sola vez para cumplir con la fecha límite, gente de otros barrios para darnos a conocer, y finalmente nuestros amigos.

Eran las nueve y media de la noche y casi todo el mundo había llegado a mi casa para celebrar la fiesta. Había música, alcohol y otras drogas. Belf y yo estábamos sentados en el sofá dando a probar nuestra nueva mercancía a la gente, mientras que Ícaro se limitaba a beber y a supervisar lo que hacía. Triz una chica la cual no había invitado entraba por la puerta, cuando la ví, no sabía quién era, supuse que la habían invitado otra gente. Era una mujer con cara demacrada, pelo rubio pero a pesar de su estado físico bastante deteriorado, tenía su puntillo. Por aquel entonces cómo ya he mencionado anteriormente no sabía quién era, según entró a la fiesta fue directa a la mesa para probar la coca.

-¿Quién eres? - preguntó Belf.

-Triz, me han invitado unos amigos espero que no te importe.- contestó casi susurrando.

- ¿Y a qué vienes a esta mesa, Triz...?

-Me han dicho que tenías buena mercancía, quería probarla Ocram.- dijo mientras se sentaba a mi lado.

- Qué quieres, ¿probar o comprar?- le contesté mientras me miraba fijamente-

- Probar...- respondió mientras cruzaba una pierna por encima de las mías, susurrándome al oído. El corazón me empezó a latir más fuerte, y eché un vistazo al salón y vi que Bernadette, mi novia, aún no había llegado. Sin pensárselo dos veces, cogí con el DNI un pico del pollo que tenía en la mesa y ella se lo metió.

OCRAMWhere stories live. Discover now