—¿Miyuki? —Abrió los ojos. Las lágrimas que quedaron atrapadas en sus pestañas ocasionaron que su vista se tornara borrosa. Sawamura era un boceto mal dibujado que (ahora) se sumaba a su infierno personal. —¡Miyuki! ¿Qué demonios te pasa? ¿Estás herido en algún lugar? —Sintió la palma contra su mejilla. Su tacto era tan suave y delicado que, de golpe, lo hicieron darse cuenta de lo sucio que se encontraba.


—¡Aléjate! ¡No vuelvas a tocarme! —Le dio un manotazo, a rastras quiso huir de ese gentil toque.


—¿Te has vuelto loco? ¿Te has caído de la cama y golpeado tan fuerte en la cabeza que las cabras por fin se te fueron al monte? —La pregunta fue hecha con cierta mofa. Sin verlo, podía jurar que sus labios eran surcados por una burlona y amistosa sonrisa. —De verdad, ¿qué demonios te pasa? —Preguntó luego de unos segundos con una palpable preocupación. Joder, ¿qué tan mierda me he de ver para que él se escuche tan angustiado?


—¿No te das cuenta de que no merezco ni una pizca de bondad? ¿Por qué... todos son tan amables...? ¿por qué tú eres tan considerado conmigo cuando yo he matado a tantos de los tuyos? ¿Acaso no se dan cuenta de que soy un maldito demonio? Me hicieron su prisionero y ¿para qué? Me han alimentado y me han dejado vivir con ustedes y eso.... ¡Eso no tiene un maldito sentido! —Miyuki calló para tomar aire. Se sentía tan perdido y, al mismo tiempo, furioso. —Si la situación hubiera sido, al contrario, yo los habría asesinado. Ustedes... tú mismo debes saberlo, el procedimiento y el sadismo con el que los matabamos. Y no, no te confundas, no sólo era para romperlos, no sólo era para ahogar a la resistencia, también era por y para mi propio disfrute personal.


Angustiado (como nunca antes lo estuvo), Miyuki guardó silencio. ¿Qué diablos estás haciendo? ¡Cállate de una puta vez! Pero no podía. Estaba en medio de un vómito verbal del cual ya no tenía control. ¿De dónde viene todo esto? De los años en los que calló a su consciencia, del tormento que le producían esos centenares de ojos que de noche aparecían en sus pesadillas y, principalmente, de esa radiante luz que Sawamura desprendía. Porque su figura radiante lo hacía sentir la necesidad de confesar sus pecados. ¡No me veas como si necesitara ayuda! ¡Veme con asco, con miedo, con repugnancia o con odio, pero no como si lo único que sintieras por mí fuera lástima! Iracundo, y sin saber exactamente si era contra Sawamura o contra él mismo, se lanzó sobre él. Lo tomó de la cintura y lo arrastró al suelo. Se sentó a horcadas sobre él y se dejó ir en una pelea a puño limpio.


Sin embargo, sólo pudo conectar dos puñetazos en su mandíbula antes de que Sawamura se diera la vuelta y lo dejara contra el piso. Estaba dispuesto a arremeter contra él y dejar escapar un poco de la ira y el dolor que lo quemaban, pero, antes de que pudiera reaccionar, Eijun lo acunó contra su pecho.


—No sé qué te ha puesto así. —Se rio un poco antes de separarse y mirarlo a los ojos. —Pero no seas tan idiota o ingenuo para creer que no sabemos perfectamente bien quién eres. Sé a cuántos has matado. A todos ellos les seguimos llorado porque aún sentimos en carne viva la herida de su pérdida. Pero no es algo que sorprenda, es decir, ¡estamos en una guerra! Y al final del día, con o sin convicción, todos somos piezas en este gran juego de ajedrez porque todos tenemos un color y, por lo tanto, una bandera que defender. Sin embargo, contrario a lo que pensábamos de ti, tú no le tienes lealtad al rey. Lo dejaste en claro cuando te capturamos y no intentaste escapar. Porque creo que, muy en el fondo, tú tampoco querías regresar.

Lucha o Vuelo [MiSawa] [DNA]Where stories live. Discover now