II. The Fallen

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Este capítulo está inspirado en esta hermosa canción. Si gustan, pueden escucharla :D El capítulo no es tan largo ya que iremos poco a poco. En cada actualización iremos subiendo de intensidad :D Espero les guste y gracias por leer y votar.

Sin más molestas vandalizaciones... ¡Disfruten!

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Miyuki chasqueó la lengua. Estaba molesto. Caminó por los pasillos del castillo. Tomó el camino más largo, no tenía prisa por llegar a la habitación de Mei. ¿Es que el holgazán rey no podía estar en su despacho tal y como se debía? No. El muy imbécil celebraba con anticipación la victoria en una pelea que Inashiro no ganó. Se detuvo frente a la puerta. Cerró en un puño la mano sana. La otra le punzaba con fuerza. No pudo ir a atender su herida porque, en cuanto bajo del caballo y el mozo lo recibió, le notificaron que Narumiya demandaba su presencia.



Así que, tragándose su dolor, recorrió el castillo hasta llegar a su habitación. Respiró hondo. Exhaló. Tocó con suavidad la puerta. Esperó. No hubo una respuesta inmediata. Escuchó un gemido. Quiso darse la vuelta y largarse pero su sentido del deber mantuvo sus pies pegados al suelo. Pasaron un par de segundos. Pronto escuchó un casi inaudible pasa. Así lo hizo. Abrió la puerta. A pesar de que ya pasaba del mediodía la habitación se encontraba en penumbras. Las pesadas cortinas rojas de terciopelo no permitían que los benévolos rayos del sol entraran a la habitación.



Fueron necesarios tres latidos del corazón para que sus ojos pudieran acostumbrarse a la falta de luz. Miró a su derecha. El escritorio de Narumiya se encontraba desordenado. Múltiples papeles apuntaban de un lado a otro. Su mesa de descanso parecía otra extensión de la de trabajo. Giró el rostro hacia la izquierda. Cerca de la chimenea no había nada. La solitaria silla que siempre se encontraba frente a esta se encontraba vacía. No le quedó más remedió que desvía la vista al frente. La amplia cama se hallaba semi-oculta gracias a los cortinajes de terciopelo blanco. Y, aún así, se podía apreciar la maraña de extremidades que proporcionaban una vista nada agradable.



El rubio y joven rey se encontraba sobre el cuerpo de una joven. La chica en cuestión no era nada especial. Ni siquiera parecía ser consciente de lo que sucedía, ni de dónde ni de con quién se hallaba. Era evidente que se encontraba más que drogada. ¿Esa era la chica que recientemente habían capturado? ¿La que ayudaba a los seidianos? Había una punzada en su corazón. Esa incómoda sensación que le recorría el cuerpo, ¿era normal? ¿No se había deshecho, hace años, de sus estúpidos sentimientos? ¿Lo que ese cuerpo ultrajado le despertaba era compasión?



En un momento, uno de extraña lucidez, la chica desvió la mirada y sus almendrados ojos se clavaron en él. Y, contrario a lo que esperaba, esa mirada no se encontraba rota (por lo menos no a un punto en el que no se pudiera encontrar reparación) pero si llena de una profunda desesperación. Pero eso no era todo, también había un profundo odio y reproche. Esas orbes parecían gritarle y censurarle. Sin embargo, antes de que los sentimientos que le trasmitían esos ojos penetraran los muros que erigió como su defensa, endureció su mirada. Ella era una mujer que no merecía ser tratada de esa manera pero Miyuki no mostraría compasión, a los rebeldes les pagaría con la misma moneda. La resistencia había matado a su madre, en compensación él los exterminaría a todos.

Lucha o Vuelo [MiSawa] [DNA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora