IV. Bad Blood

243 28 3
                                    

Primero que nada. Perdonen mi larga ausencia. Tuve bastantes inconvenientes personales y académicos que mermaron mi tiempo. Espero poder retomar las actualizaciones con regularidad aunque no prometo nada (para no quedar mal xD) Espero que este capítulo les guste :3 Ya saben, puede tener algunos errores y bastante Ooc aunque es con todo el amor. A los que siguen aquí, mil gracias y, sí hay nuevos lectores, bienvenidos sean :3

Y, por si no consigo tener el capítulo antes... les deseo una feliz navidad y un fabuloso inicio de año. Mis mejores deseos para ustedes :3

Ahora si, después de la vandalización... ¡disfruten!

 ¡disfruten!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Había pasado una semana. Eran cientos sesenta y ocho horas de su vida que se encontraban perdidas gracias a su estupidez. ¿Quién demonios se dejaba enceguecer por el incandescente deseo de devorar la luz cuando era tonto ansiar algo así? Él, por supuesto. Y, como consecuencia de su inmadurez, se encontraba siendo un prisionero de guerra. Aunque, si tenía que ser totalmente sincero consigo mismo, su estancia en la fortaleza de Los Caballeros Celestes no estaba siendo mala. No lo encerraron en un calabozo, tampoco lo privaron de alimento y la única amenaza real que se le presentó cuando despertó fue esa mirada cargada de un odio apenas contenido de la mayoría de los guerreros. Sin embargo, Kazuya no podía dejar de apreciar las diferencias que había entre el joven y egoísta rey con el "joven líder", como lo llamaba escandalosamente su cuidador.


Porque sí, no conforme con humillarlo al hacerlo caer en su propia trampa, ahora debía estar al cuidado (las veinticuatro horas) de ese chiquillo ruidoso que lo miraba de manera malhumorada con esos ojos que brillaban casi tanto como el sol. Bufó frustrado y pateó la piedra que afortunadamente se cruzó en su camino. Porque era golpear ese objeto inanimado o enzarzarse de nueva cuenta en una pelea (de esas que ya comenzaban a hacerse habituales) con Sawamura. Y no es que le molestase ir a puño limpio contra alguien pero odiaba cada que se metía entre ellos ese mequetrefe de mirada afilada y cabello olivo. Ese que era tan rápido (y oportuno) para aparecerse en el momento en el que la riña se ponía interesante y disfrutaba sentir esos nudillos contra su piel.


Y eso sólo demostraba lo enfermo que se encontraba al disfrutar ese violento contacto. Porque, de alguna manera, esas luchas cuerpo a cuerpo le permitan sacar la frustración que su celibato le ocasionaba. Ya que, de encontrarse en el reino, ya habría destrozado a Mei una y otra vez en un intento de mitigar ese fuego que se instaló en su pecho y que le quemaba sin una razón aparente. De pronto todos esos años en los que su consciencia se había visto convenientemente callada hicieron acto de presencia y comenzaron a gritarle cada uno de los reproches que permanecieron ahí, almacenándose y esperando la oportunidad de lanzarse contra él con la fuerza y el hambre de una horda de lobos salvajes. Ansiaba callar esas voces, dejar de mirar esos ojos suplicantes que se aparecían detrás de sus parpados y no lo dejaban en paz. Porque dolía pensar que esa fue la última mirada de su madre y que al igual que él, alguien la ignoró y terminó con su vida.

Lucha o Vuelo [MiSawa] [DNA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora