—Te habrías equivocado—le interrumpió Steve y estiró su brazo, hacía él—. Tony, no puedes llevar al mundo sobre tus hombros, todos necesitamos ayuda. Tu causa es justa, y por eso estoy aquí. No te preocupes, no fue nada, estaré bien.

Tony se mordió la mejilla interna, bajó la vista hacia la mano que le era tendida y tras respirar profundo, la tomó y sin soltarla se sentó de nuevo en la silla.

—Si dices que está bien...

—Lo está, no seas necio.

Tony sonrió ante esas palabras. En ese momento la puerta se abrió y vieron entrar a la madre Thor. Tony se irguió en su asiento y su mano y la de Steve se soltaron.

Frigga se detuvo a un costado del lecho de Steve y dedicó una sonrisa a ambos hombres.

—¿Cómo se encuentra? —preguntó a Steve, con suavidad.

—Estoy mucho mejor, ya no me duele—respondió éste.

—Es por el tónico que le han dado, le ayudará a descansar y, por consiguiente, a sanar.

—Gracias.

—Gracias en lo que vengo a dar yo—dijo la Reina de Asgard—. A ambos, les agradezco la ayuda que nos brindaron en el momento de ataque. Thor nos había hablado de sus amigos en Midgard, pero sólo hasta ahora, pudimos dimensionar el porqué de su gran afecto.

Steve y Tony sonrieron, no tenían palabras para tal elogio.

—Esta noche celebraremos los funerales de nuestros guerreros caídos, descansen por favor—y luego, se dirigió a Tony únicamente—. Si quiere asistir, está invitado, señor Stark.

Tony hizo una inclinación suave con la cabeza y le sonrió.

—Gracias, pero creo que me quedaré a cuidar de mi amigo.

Frigga asintió.

—Les traerán la cena en una hora—anunció—. Que tengan una buena noche.

—Igualmente—respondieron los otros dos y la vieron partir.

Cuando la puerta volvió a cerrarse, Tony suspiró.

—Sí, que es impresionante, ¿verdad?

Steve asintió, Frigga era elegante y gentil, pero también era una hábil guerrera. No podía hacer más que admirar esa fortaleza y temple.

—No tienes que cuidarme—dijo Steve después, para cambiar ligeramente de tema—. Me siento bien, en cuanto cene seguramente caeré rendido. Puedes asistir a los funerales.

Tony sacudió la cabeza.

—En realidad quiero darme un baño en la tina gigantesca del baño—dijo y saltó de su asiento—. Te veo en la cena.

Tony, efectivamente, se tomó un baño en aquella enorme y lujosa bañera, disfrutó de las burbujas y de los aceites aromáticos que había en ella. Sólo salió cuando escuchó una voz llamándole. Salió con una bata que contra la piel se sentía más suave que la seda, Tony estaba pensando seriamente robársela, como si estuviera en un hotel y se llevara los shampoos y jabones.

La mesa en el centro de la habitación doble, estaba a rebosar de alimentos, como carne asada, fruta, estofados y bizcochos. Nada más verlos, Tony sintió a sus tripas gruñir hambrientas. Las chicas que habían llevado la comida llevaban también una bandeja de oro sobre la que había una pequeña selección de esos alimentos.

—¿Para Steve?—preguntó Tony, arrancando una uva del racimo que tenía cerca.

Las chicas asintieron y Tony se adelantó para tomar él mismo la bandeja.

El futuristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora