Intentos

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Para Tony, que no había terminado de comer su dona, y para Steve, que no había probado bocado aquella mañana, el almuerzo que les sirvieron en el comedor de Asgard fue todo un alivio. Por el momento, estaban tratando de tomarse un respiro y empezar, al mismo tiempo, a pensar cómo explicarle a su amigo el porqué de su inesperada visita. Habían tratado de explicarse nada más recuperarse ese ese viaje en el Bifrost, pero Thor no los dejó hablar, dijo que no tenía tiempo, que tenía que llevar a Jane a quién sabe dónde, pero que hablarían más tarde.

—Es un tonto—dijo Tony con las mejillas repletas de comida—, si nos hubiera escuchado ya estaríamos de vuelta en la Tierra, con la gema.

Steve apoyó el codo en la mesa y la barbilla en su mano, de manera pensativa. Tony frunció el ceño y con un gesto de su cabeza le preguntó "¿qué?". Por un momento pensó que Steve lo regañaría por decirle "tonto" a su buen amigo Thor, por qué vaya que esos dos se llevaban bien, pero esa era otra cosa. En lugar de ello, Steve le dijo algo que no había considerado.

—Los elfos oscuros. Dijiste que éstos habían atacado Asgard en busca del Aether, ¿cierto? Si lo llevamos a la Tierra... ¿crees que lo buscarían ahí?

Tony dejó de masticar. No dijo nada, porque la pregunta de Steve ya tenía respuesta. Era cierto, y con lo que acababa pasar con Loki, otro ataque de esos en la Tierra habría sido catastrófico. Así que, por un lado, estaba bien que no hubieran llevado a cabo su plan inicial.

—Creo que no vamos a descansar tampoco, ¿cierto? —dijo Tony tras pasar bocado.

Steve asintió.

—Tenemos que ayudar a Thor—dijo éste a continuación.

—Vaya, mi mejor armadura se quedó en el avión a quién sabe cuántos años luz de distancia—refunfuñó, Tony, puesto que sólo había traído consigo una versión mínima, una que consistía en sus propulsores de las piernas y brazos.

—Tampoco tengo mi equipo completo—dijo Steve, quién en jeans, playera, chamarra y tenis no se sentía muy cómodo para pelear contra elfos de ningún tipo.

Tras ese opíparo almuerzo, fueron conducidos por unas bellas damas (calificación de Tony) por los pasillos del palacio que era hogar de Thor. Era un lugar esplendido, muy hermoso, con esa característica clásica de los antiguos tiempos.

—Creo que Thor debería donar un poco de oro para los vengadores—murmuró Tony, dándose cuenta que, si de riquezas hablaban, Thor tenía más que él. Caray, era un príncipe, después de todo, aunque pareciera un vagabundo de vez en vez.

Steve no dijo nada, se limitó a reír por lo bajo.

Se detuvieron frente a una puerta doble con marcos y adornos dorados.

—Nuestro príncipe espera que se sientan cómodos en sus aposentos—dijo una de las chicas.

—Encontraran un atuendo apropiado dentro. En cuanto estén listos, nuestro príncipe les espera en los jardines—dijo la otra.

Luego, cada una tomó una manija de la enorme puerta y tiraron de ella. Steve y Tony no pudieron evitar abrir la boca asombrados. Se miraron uno al otro y, después, ingresaron despacio, mirando todo y siendo innecesariamente cuidadosos al pisar. Cuando las damas cerraron las puertas tras ellos dieron un respingo.

—Es una locura—exclamó Tony.

Steve asintió.

En verdad lo era. Sus aposentos, como los había nombrado aquella chica, eran una enorme habitación que se dividía en tres. Un área común, que incluía una mesa con algunos frutos, una jarra y copas doradas, sillas y taburetes elegantes para descansar; y un balcón debajo del cual estaban los jardines. Y dos habitaciones individuales, con baño individual y una cama que parecía ser muy cómoda. Tony no se resistió y se echó en la que había escogido para sí.

El futuristaWhere stories live. Discover now