31: Adrenalina

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Organizamos nuestras cosas, en especial las tienditas. El día no puede pintar mejor. Estoy en compañía de sus padres, quienes han sido muy amables conmigo y me han aceptado como parte de su familia y con mi prometida Mónica, a la que no puedo dejar de contemplar su belleza. Su sonrisa es la más deslumbrante que alguna vez haya visto. No puedo esperar a tenerla conmigo para siempre, por poder despertar todos los días a su lado y que esté entre mis brazos.

—¿En qué piensas? — verla delante de mí, hace que los nervios vuelvan a aparecer, tal vez porque se ha debido dar cuenta de que la he estado mirando todo este tiempo.

—El día está muy bonito.

—¿Entrarás al lago conmigo?

—¿Tus padres vendrán?

—Por supuesto. El día está caliente y aún es temprano, así que tenemos tiempo demás para disfrutar — se levanta la camisa, mostrando la pieza de su traje de baño y desvío la mirada por unos segundos.

—¿Por qué haces eso tan de repente? — mi voz se entrecorta, debido a su inesperada acción.

—¿No te gusta? Lo escogí para esta ocasión y obviamente para ti— baja su pantalón corto, mostrando la segunda pieza, la cual encaja perfectamente en sus curvas y trago saliva por la gran impresión que causa—. ¿Qué te parece la segunda pieza?

—Te ves preciosa.

—¿Podrías ponerme el bronceador? — lo saca de la mochila que venía cargando y me lo entrega.

—Claro.

Nos acercamos al lago y le ayudo a tender la toalla en el suelo, luego ella se recuesta boca abajo. Sus padres estaban dentro, solo se veían a la distancia.

—Hay que darnos prisa — me arrodillo justo al lado de ella, es cuando logro percatarme de su trasero levantado y lo pequeño que le queda la segunda pieza, es como si se perdiera entremedio de el.

Trato de concentrar la mirada en su espalda, ya que mi cuerpo está reaccionando a ella con suma facilidad y no quiero que piense cosas raras de mí.

—¿Solo en la espalda y brazos? — cuestiono, y asiente con la cabeza, algo que hace que su cuerpo también se mueva y cierro los ojos.

Esto es incómodo. Ya quiero que esto pase.

—¿Las piernas vas a dejarlas? No quisiera que se marque el bikini.

—¿Y cómo se puede evitar eso?

—Tienes que ponerme el bronceador en todo el cuerpo, incluyendo debajo del traje de baño.

—Eso no está bien. Allí están tus padres y pueden pensar cosas raras.

—Eres tan lindo cuando te avergüenzas — ríe, y bajo la mirada de vuelta a su espalda, pero se sigue desviando a otra parte por instinto —. Todo estará bien. Están muy lejos para descifrar lo que estamos haciendo. Solo debes esparcirlo por mi piel, de la misma manera que... — la interrumpo.

—Ya entendí — digo nervioso, y la escucho reír.

Froto mis manos con el bronceador, antes de pasarlo por cada parte de su piel; en especial en el área de las piernas, pero mis manos se adentran a su entrepierna y trato de guardar la calma. Esto es muy cruel de su parte. Tiene los muslos más grandes y lindos que alguna vez haya visto. Parece gelatina y son muy suaves. Sus piernas se están moviendo solas, es como si estuviera temblando únicamente ahí.

—Me encantan tus manos — su comentario, calienta todo mi rostro, incluso creo que las orejas.

—¿Qué le sucede a tu voz? ¿Por qué hablas tan suave y pausado? — busco conversación, evitando pensar en nada más.

—Tus manos me calientan — de lo que estaba huyendo, acabo de caer redondito con su comentario—. Tócame más, por favor — abre un poco las piernas y mi corazón late apresuradamente, casi a punto de salirse de mi pecho.

¿Cómo puede pedir que haga eso aquí? Sería vergonzoso que sus padres nos vean haciendo esto. Además de que podría matar de lleno, la confianza que pusieron en mí.

—Mónica, no deberíamos estar haciendo esto. Si tus padres nos ven, podemos tener problemas.

—Mis padres deben estar haciendo el amor ahora mismo.

—¿Qué?

—¿Por qué crees que se han alejado y están en lo más profundo? Esos dos no se avergüenzan de mostrar su amor y deseo en público. Ya ves que no se están cohibiendo por ti, ¿así qué por qué tú si lo haces?

Observo con detenimiento hacia dónde están, pero se ven tan juntos, que no puedo saber lo que hacen. Está fuera de lugar estar mirando para allá. Pueden pensar que los estoy espiando o que soy algún tipo de pervertido.

Masajeo su entrepierna, mientras asciendo mi mano un poco más arriba, donde percibo la humedad en su bikini y tengo que mirar dos veces para confirmar lo que acabo de tocar.

—Tu bikini está mojado.

—Es tu culpa. Tus manos me ponen así.

Froto mi dedo pulgar en el mismo centro, donde sus fluidos se han impregnado en la ropa interior y ahoga su gemido mordiendo sus labios. ¿Realmente mis manos son capaces de causar esto en ella? La respuesta a esa pregunta me queda clara, al momento de presionar mi dedo, ya que siento cuando se humedece más cuando lo hago. Su cuerpo es tan sensual y perfecto, que no puedo creer que pueda gustarle a alguien como ella. Quería verla, necesitaba tocarla directamente, sentir mis dedos derretirse con su calor. Muevo su bikini a un lado y rozo el dedo del medio entre medio de sus labios, los cuales brillan y producen un sonido extremadamente excitante por la humedad. Las ganas de oír su voz al tenerme dentro nublaron mis pensamientos, haciendo que escurriera mi dedo en su interior. Su gemido fue tan dulce, que quería oírla más. El calor que emana de su interior, puedo sentirlo claramente en mi dedo. No salgo del asombro, cuando el llamado de sus padres nos interrumpe y casi salgo corriendo del susto, pensando que habíamos sido descubiertos. La erección, luego del susto, no duró prácticamente nada. La concentración, la calentura y la respiración, se desvanecieron instantáneamente. Hasta un malestar en el estómago me invadió. La risa de Mónica hizo que me avergonzara más y, es que no pensé que nos llamarían.

—Algo me dice que los huevos se te han subido a la garganta — ríe tanto, que casi se queda sin aire.

—No es gracioso, Mónica.

No quise admitirlo, pero ella tiene razón.

Perdido En Tus Curvas [✓] Where stories live. Discover now