Capítulo 9.

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Yeosang observaba aburrido a Seonghwa, con ganas de salir de aquellas cuatro paredes, pero por orden del señor Park el mayor no podía en presencia suya.

Apoyado en la pared, a otro extremo de donde él yacía, sus miradas se cruzaron. Hwa volvió a mirar a el bocetero que traía en manos, y miró otra vez hacia el menor. Llevaba mirándolo por diez minutos y recién pudo notarlo. La curiosidad inmediata impulsó a Yeo a acercarse de un salto a la cama de Hwa, y en su intento de averiguar qué había dibujado, falló.

—¿Qué es?—quiso saber, apreciando a un Hwa en pánico.

—Nada—se apresuró a responder.

—Quiero ver—balbuceó, sentándose sobre sus piernas.

El mayor protegió al cuaderno como si fuera un tesoro entre sus brazos. ¿Cómo podría explicarle que la tentación de querer ver aquella belleza y aire infantil plasmada en una hoja le entró al analizarlo? No pudo contenerse, y tampoco supo cómo pedírselo desde un principio, así que fue muy silencioso al pasar la punta del lápiz por el liso de aquella hoja mate, y cuidó cada movimiento al detallar la esencia de Yeosang.

Era un deseo que jamás desaparecía el querer crear con sus manos la imagen de las cosas que a él le parecían inigualablemente bellas, crear escenarios y transformarlos a su manera. Yeosang no fue la excepción.

—Puedes ver mis dibujos viejos—se levantó del lugar, guardando el cuaderno en un cajón—. Éste aún no lo terminé y no me gusta que lo vean incompleto.

—Ya los vi a todos—hizo un pequeño puchero—. ¿Puedo intentarlo?

Oír su propuesta enmarcó una enorme sonrisa en el rostro de Seonghwa. Aceptó sin dudarlo, y Yeosang tomó los pequeños frascos de pintura al óleo que encontró en un mueble. La luz solar que penetraba la ventana hacia el interior de la habitación fue su fuente de luz. El gran rayo de sol iluminaba el lienzo en el que comenzó a trazar algunas líneas con su lápiz. Seonghwa sólo observó a un lado, con ojos deslumbrantes y una sensación de gozo impregnada en su pecho. Era la primera vez en mucho tiempo que Hwa sonreía con sinceridad y diversión, y ni siquiera lo había notado.

Hwa rió cuando su mano manejó con brusquedad la fina espátula de metal, acabando de una pincelada la pintura que cargaba. Yeosang supo que algo estaba haciendo mal.

—¿Hice algo malo?—lo miró preocupado.

—No, claro que no—disipó su risa—. De hecho...—se levantó de su lugar, cubriendo el cuerpo de Yeo con el suyo por detrás. Tomó su muñeca, y cogió otra cantidad de pintura. Sus acciones tomaron por sorpresa al menor. Sería difícil concentrarse en las técnicas que Hwa le enseñaría teniéndolo a tan poca distancia—, tienes que ser cuidadoso con la presión del metal, y moverte con lentitud dependiendo del tamaño del detalle que pintas. Puedes hacer cualquier cosa si eres capaz de manejar la espátula—movió su mano lentamente sobre el boceto—. Si sientes que este material no es el tuyo, puedes intentar con otro. Cada artista debe sentirse cómodo con lo que está haciendo.

Yeosang soltó lentamente el aire contenido cuando sintió el frío nuevamente de su lejanía. Se dio unos segundos antes de poder volver a lo que había comenzado, sintiendo la mirada de Hwa puesta en cada movimiento que cometía, en su figura y expresiones de concentración. Sabía que su actitud extrovertida era capaz causarle una impresión negativa a las personas que conviven con él, le ha pasado toda su vida, pero, Hwa ha sido la primera persona en mucho tiempo que podía hablarle y explicarle temas de los que él no tenía experiencia, sin juzgarlo ni preguntarse por qué no sabía tal cosa, o decirle un sencillo "no lo entenderás si te lo digo". Era más maduro que cualquier persona de su edad e incluso mayor, lo cual despertó una mirada especial puesta en él. Un sentimiento de admiración, y comodidad. Supo entonces que con él era capaz de expresarse sin ser juzgado. Hwa también lo creyó así.

Al terminar con el cuadro, Hwa quedó fascinado con el resultado, y decidió colgarlo en su pared. Los siguientes días a ese Yeosang encontró un gran interés en la pintura, y Hwa se convirtió en su profesor. Salieron a comprar material en ausencia de su padre, disfrutando de la tarde soleada y la ventisca que el día les brindaba. Todo pareció perfecto, hasta que la vista perdida de Yeosang se encontró con la persona que menos deseaba ver. Esa misma noche, supo que debía resolver algunos asuntos. Decidió partir a pocas horas de la madrugada, mientras Seong dormía profundamente. No supo si le tomaría horas, días o incluso semanas en volver, pero lo haría. Antes tenía que deshacerse de otra cosa.

1990. [SeongSang AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora