D i e c i o c h o .

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—Ya está aquí. Te veo luego. —Hice un gesto de despedida con la mano. No esperé a que me lo devolviera, salí de casa y me dirigí al ascensor.

Pude ver a Axel apoyado en la valla desde dentro del edificio. Estaba absorto en su teléfono y ni siquiera levantó la cabeza al notar que la puerta del edificio se abría.

—Buenas noches —saludé. Entonces sí que me miró.

Y fue... decepcionante. Nada nuevo. No recorrió mi cuerpo con su mirada ni vi que sus ojos brillaran. Era una reacción tan... suya.

Por lo menos podía estar segura de que la persona frente a mí era Axel y no un clon o un alienígena que se hubiese apoderado de su cuerpo.

—Buenas noches —sacudió ligeramente la cabeza a modo de saludo —. He tenido que aparcar a un par de manzanas de aquí porque no encontraba sitio. Espero que no te importe.

—Aunque me importase, poco podrías hacer por ello —señalé. Los labios de Axel se curvaron hacia arriba. Últimamente me era más fácil hacerle sonreír. Me gustaba, me hacía sentir especial.

—También es verdad —asintió —. Vamos, andando.

Comenzamos a caminar en silencio. A pesar de que eran las nueve, aún no se había hecho de noche del todo. El cabello de Axel aún era rubio, aunque bastante oscuro. Esa era mi medida para la luz. Si era rubio, entonces había la suficiente luz como para decir que era de día. Si se volvía castaño claro, definitivamente era de noche.

A veces se podía ver la luna aunque el cielo fuese claro. Con el pelo de Axel eso no pasaba. Era perfecto para diferenciar la noche del día.

—¿Qué le pasa a mi pelo? —me preguntó. Supongo que había estado observándole descaradamente durante el tiempo suficiente como para despertar su curiosidad.

—Que aún es rubio. Aún no ha anochecido del todo —señalé. Axel no dijo nada. Creo que no entendió mi comentario, en realidad —. Llevas la misma ropa que llevabas la última vez que estuve en la casa de Audrey.

Inconscientemente, Axel bajó la vista hacia su ropa, la cual consistía en una camiseta negra y unos vaqueros azules. Sus zapatillas combinaban con las mías: ambas eran deportivas negras con rayas blancas a los lados.

—Ya ni me acuerdo de lo que llevé a esa fiesta, pero es probable que sea la misma, sí —asintió —. No pensé que fueses de las que recuerdan detalles así.

Y no lo soy. Nunca lo he sido. Apenas me fijo en cómo visten los demás, solo si algo me llama la atención demasiado. Pero sí que recordaba lo que llevaba puesto Axel esa noche. También recordaba lo bien que olía y lo revuelto que llevaba el pelo.

¿Lo observaba tanto incluso en aquel entonces?

—Me fijé en la ropa que llevabas porque temía que la mía estuviese fuera de lugar —admití, lo cual era cierto. A pesar de eso, hoy yo llevaba algo totalmente diferente a lo que vestí en aquel entonces y a lo que Axel llevaba puesto en esos momentos.

—¿Por qué iba a estar fuera de lugar? Ibas de lo más normal.

—Vaya, ¿tú también te acuerdas de lo que llevaba puesto ese día? —alcé una ceja. Que se acordase de algo como eso significaba que me había prestado atención, lo cual no debería importarme, pero lo hacía.

—Recuerdo que llevabas una camiseta anaranjada con algo escrito en ella y que mi hermana te hizo unas trenzas en el pelo —dijo sin más. A ratos se me olvidaba que Axel no era cómo los chicos detallistas que aparecían en las series románticas para adolescentes. Sus respuestas siempre eran así, faltas de emoción. Si le importó lo más mínimo la ropa que llevé a la fiesta de Audrey, desde luego que no lo mostró —. Por cierto, he seguido viendo Brooklyn 99 desde que lo empecé en mi casa contigo.

Zoe & Axel ✔️Where stories live. Discover now