T r e c e .

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7 de julio de 2019

Me levanté temprano ese día, tal y como llevaba haciendo todos los domingos desde que Axel había accedido a ayudarme con las matemáticas. Quisiera decir que a estas alturas ya me habría acostumbrado, pero la realidad era muy distinta. Yo nunca me acostumbraría a levantarme antes de las once. Pero al menos lo tenía asimilado.

Esta vez fue Edith quien me levantó. Fue directa hacia la ventana y subió la persiana, dejando que toda la luz del sol entrase de golpe y me cegase incluso con los ojos cerrados. Apreté los párpados con fuerza y me revolví en la cama. Edith no dijo nada, pero tampoco dejó que volviese a dormirme de nuevo. Se quedó allí de pie y, en cuanto notó que volvía a relajarme, llamó mi nombre.

—Vamos —dijo alargando la o —. Se te va a hacer tarde.

—Por esperar dos minutos no se va a morir... —gruñí. Dudo que Edith pudiese entender mis palabras siquiera.

—Anda, levántate. Ni siquiera es tan temprano.

Solté un bufido y otro gruñido más. "Temprano" era cualquier hora a la que yo me levantase con ganas de seguir durmiendo, y por ende, daba igual la hora que fuese: para mí seguía siendo demasiado pronto.

—Dame cinco minutos —pedí. Metí la mano bajo mi almohada, notando la parte fresquita de la tela. Me dieron ganas de darle la vuelta y hundir mi cara en ella.

Mi madre suspiró.

—Cinco minutos, no más, ¿eh?

Asentí vagamente con la cabeza. A los pocos segundos, escuché mi puerta abrirse y cerrarse de nuevo. Cuando estaba a punto de volver a dormirme, escuché mi móvil vibrar. Maldecí. Levantarme me costó toda mi fuerza de voluntad. Además, iba tan empanada que hasta cogí el teléfono, así sin más, cosa que yo nunca solía hacer.

—¿Hola? —dije. Mi voz sonó ronca y un poco más agresiva de lo normal. Me froté los ojos con la mano que no sujetaba el teléfono. Dios, como quería volver a dormirme.

—Hola —respondió una voz masculina al otro lado de la llamada.

Nada más escucharla, la imagen de Axel sentado a mi lado en la acera de aquella calle, la noche del concierto, vino a mi mente. Aún podía sentir la intensidad de sus ojos al mirarme, el brillo de su mirada. El tono aterciopelado de su voz. No sé qué coño había pasado conmigo esa noche, pero no me sentía yo misma desde entonces.

Realmente no había pasado nada entre nosotros, y aún así, no lograba quitármelo de la cabeza. Se debía sobre todo al hecho de que nadie nunca me había hecho reaccionar de esa forma, y a Axel le había bastado con una mirada.

—¿Qué quieres? —pregunté.

—Vaya. Alguien tiene mal despertar, ¿eh? —bromeó. Intenté imaginarlo sonriendo, pero se me hizo imposible. Me pregunté si algún día llegaría a verlo con una sonrisa plena en el rostro.

—Me lo dicen a menudo —pasé una mano por mi cabello enmarañado —. Mi humor empeora bastante si además tengo que mantener una conversación recién levantada —confesé.

—Trataré de recordarlo. Solo quería decirte que hoy estudiaremos en mi casa. Mis padres y mis hermanos van a estar fuera por la mañana, no nos molestarán.

—Vale. Bien —suspiré. Si solo iba a decirme eso, podría haberme escrito un mensaje.

—No tardes —dijo.

—Se hará lo que se pueda...

Y colgó. Resoplé, medio aliviada por el hecho de que la llamada hubiese finalizado, medio frustrada porque yo sólo quería seguir durmiendo. Aún así, salí de la habitación y me dirigí hacia la cocina para coger mi desayuno.

Zoe & Axel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora