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25 de junio de 2019

Ethan no me dejó escoger la música en el coche de camino a casa de mi abuela Mary. Según él, ya que iba a estar con el móvil y no le iba a dar conversación mientras conducía, tenía derecho a poner la canción que él quisiera.

Su argumento fue bueno, no protesté. Pero sí que hablamos durante el trayecto. Estuvimos charlando sobre el concierto de Kate, sobre la universidad, sobre Cuphead, aquel videojuego al que también jugaba el hermano de Lydia.

Lo habían admitido en la Facultad de Bellas Artes de Bedoa. Estaba bastante contento de no tener que mudarse a otro sitio y dejarnos a mis padres, a Jake y a Kate aquí. Yo me alegraba mucho por él. Y al mismo tiempo, me daba un poco de envidia. Todo le había salido bien. Iba a estudiar lo que le apasionaba y no tenía que renunciar a nada por ello. Yo lo único que tenía claro en la vida eran dos cosas: que mi helado favorito era el Häagen Dazs de oreo y que las matemáticas se me daban fatal. Y no solo me veía obligada a estudiar matemáticas, sino que además mis padres se negaban a comprarme el helado a menudo porque era incapaz de no comerme la tarrina entera de una sentada.

Ethan condujo durante media hora hasta que por fin llegamos a la zona dónde mi abuela vivía. Era bastante difícil llegar, ya que el GPS no reconocía las cabañas que habían esparcidas al rededor del lago. Aún así, mi hermano logró guiarse hasta llegar a la casa de mi abuela. O bueno, lo suficientemente cerca de esta como para poder continuar a pie sin morir en el intento.

Las ramitas que habían por todos lados rasgaban mi pierna una y otra vez. Haber pasado veranos allí había hecho que le perdiese el miedo a cualquier bicho. En general, la casa de mi abuela estaba rodeada de lo que sería la definición de naturaleza. Era lo que más le gustaba de este sitio. En realidad, tenía sentido. ¿Por qué se habría venido a vivir a un sitio tan alejado si no?

Finalmente llegamos a la casita de Mary. Una cabaña que compró en el momento en el que mi padre se independizó. Una pequeña vivienda en medio de un montón de vegetación.

Era bonita en cualquier estación del año, eso sí. La madera le daba un aspecto hogareño y confortable. En invierno, cuándo todo quedaba cubierto por la nieve, parecía aún más acogedora. La veías y te entraban ganas de buscar cobijo dentro, de envolverte en sábanas mientras bebes algo calentito. En otoño todo era precioso, con esos tonos anaranjados y rojizos que lo decoraban todo. Y en verano y primavera se volvía muy alegre. El verde de los árboles y la hierba, el inmenso lago azul, el cielo despejado y el sol resplandeciente... Sí, era reconfortante, aunque no supieses valorar realmente la belleza de la naturaleza, como me pasaba a mí.

Caminamos hasta la puerta, y ni siquiera tuvimos que tocar al timbre, porque Stitch corrió hacia nosotros y se abalanzó sobre Ethan. Lo veía cada dos semanas, pero siempre me sorprendía lo grande que era. Hacía dos años tampoco era un cachorro precisamente, ya que mi abuela lo había adoptado un par de años después de que naciese, pero sí que era más pequeño.

La historia de su adopción era algo triste, como la de muchos otros perros. Sus dueños lo habían comprado como regalo de cumpleaños para su hija, pero cuándo creció y dejó de ser un cachorro, se cansaron y decidieron deshacerse de él. Dijeron que, si nadie accedía a quedárselo, terminarían abandonándolo en cualquier sitio. Por suerte, mi abuela no dejó que eso pasara.

Ahora eran inseparables. Se compenetraban muy bien.

Ethan rió cuándo Stitch comenzó a lamerle la pierna. Se agachó para acariciarlo y el perro se removió con alegría. Parecía súper feliz de vernos. O de ver a Ethan. No lo sé, pero yo prefería incluirme en el pack.

Dirigí mi atención a mi abuela, que había abierto la puerta mientras Stitch llenaba a Ethan de babas. Llevaba el pelo, completamente blanco, en un moño descuidado y su rostro estaba igual que siempre. El paso de la edad solo le añadía algunas arrugas y manchas, pero sus ojos grisáceos eran perennes. Esperaba que su actitud también lo fuese, que siguiese siendo animada y enérgica por muchos, muchos años.

Zoe & Axel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora