Capítulo 3

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III

Axel Geller, era mi mejor amigo, una gran persona y tenía 19 años, un año menos que yo. Era moreno, dos dedos más alto que yo y le encanta el deporte tanto como a mí. Es una persona inquieta por naturaleza, pero a la vez la persona más paciente que he conocido.
Nos conocimos en el orfanato de bien pequeños, solíamos liarla bastante. Nos escapábamos en la madrugada para jugar en el bosque al escondite, pegábamos a otros niños, los otros niños nos pegaban cuando nos encontraban a cada uno a solas, etc. Un sinfín de travesuras de niños aburridos. Y por supuesto, todos castigados. Sin salir de nuestros cuartos.
Y sí, está totalmente coladito por su amiga Lara Davis. Aunque lo niegue rotundamente. Lo conozco lo suficiente para poder analizar esas cosas. Una fiesta de gente con mucha pasta, que además no conoce a nadie excepto a ella. Una persona de a pie con gente multimillonaria que no tiene nada que ver. No, Axel no iría a esa fiesta si no es por ella. Pero me gusta la idea de como lo ha formulado, su excusa de la fiesta de bienvenida de la familia Bennett.
Veremos cuanto le dura su paciencia.

Después de un entrenamiento duro y de haberme duchado, es hora de irse a casa a comer. A las 16:00 tengo que estar listo para entrar en el turno de tarde.
Me despido de Axel y salgo del establecimiento.

Mi sensación cuando salí de allí era extraña, en un principio se me pasó por la cabeza la idea de que se me olvidaba algo en el gimnasio, pero lo descarté al momento. No soy tan despistado.
—¿Será la conversación con este? —pienso.
¡No! Ya sabía lo que era. Alguien me está observando ahora mismo. Es la misma sensación de esta mañana al despertarme. Me giro bruscamente en busca de esa supuesta persona con la intención de encontrarla. Nada, no hay suerte. Por un lado de la calle solo pasan padres con sus hijos, y dos chavales escuchando música y hablando entre ellos. Y en el otro lado...
Una silueta de alguien grande, robusto. Pero no conseguí verle la cara con claridad. Eso es, me voy a hacer el loco mientras me acerco a mi coche. Así puedo verlo mejor.
Pero nada, en cuanto doy un paso, la figura de esa persona desaparece por la esquina. —¡Mierda! —grito. Y echo a correr detrás de él.
Y sigue sin haber suerte, cuando llego al final de la calle y giro la cabeza, lo único que veo es un callejón sin salida.
—¿Cómo? Que está pasando, si yo he visto a alguien girar esta esquina. —repito una y otra vez lo mismo en mi cabeza, mientras vuelvo hacía el coche.

No sé, creo que ya se me está yendo la cabeza entre todo. Hasta que no me den los resultados mañana por la tarde, no voy a poder sentirme seguro.
Serán imaginaciones mías. Todo será producto de mi imaginación por el estrés.

***

Una vez terminada mi jornada laboral del día, ¡Estoy oficialmente de vacaciones! El cielo oscurece, y se empieza a hacer de noche.
Cuando llego a casa, mi perro Scott me recibe como de costumbre nada más abrir la puerta. Cierro la puerta y lo saludo también. Que bonico, si no llega a ser por él, esta casa sería un funeral. Si es que no lo parece ya.
Decido bajarlo a la calle después de cenar, normalmente lo bajo antes, pero hoy estoy que me muero de hambre.
Las 22:27. —Hora de bajar, Scott. —

La calle se sentía vacía, a pesar de las horas, siempre suele estar más transitada esta zona por donde yo vivo.
Solo se escuchaba la respiración de Scott y las ganas que tenía de llegar al descampado para hacer sus cosas y soltarlo para correr.
Llegamos al descampado, y lo suelto.

Habían pasado como cinco minutos desde que lo solté, hasta que pasó lo siguiente. El perro se quedó totalmente paralizado en el mismo sitio, mirando hacía unos arbustos. Más al fondo habían árboles y nada más.
—Scott, ¿Qué haces? —
Ni caso.
Me levanto y me acerco lentamente, mientras Scott seguía inmóvil, como si no se hubiese dado cuenta ni de que me dirijo hacia él. Como si no tuviese ningún sentido activo.
A su lado, me agacho y me quedo mirando hacia la misma dirección donde estaba mirando el perro.
Ya está, de repente volví a sentir lo mismo de la noche pasada y lo de esta mañana.
—¡Scott! —le grito para que volviese en si. —Vámonos. —
Y en ese momento aulló y después salió corriendo hacia el banco donde estaba sentado yo.
Salgo detrás de él, cojo la la correa que estaba en el banco y nos vamos de ese lugar.

A la mañana siguiente, volví a amanecer sudando, eufórico. Algo que para mí, ya estaba empezando a ser normal en mis mañanas. Pero el día de hoy, tiene una explicación. Una muy buena explicación.
Hoy tengo la visita en el especialista de los ojos. Me harán la prueba por la mañana. Y por la tarde me darán los resultados.

Después de desayunar, me quedo tirado en el sofá viendo una serie en Netflix.
Cuando termina el capítulo, miro la hora en el móvil, y veo que me queda poco tiempo para irme.

Cojo la correa de Scott y bajo a la calle con él. Esta vez no se siente nada extraño, el perro está tranquilo. Yo sin pensar a donde tenía que ir en veinte minutos, también lo estaba.
Termina su paseo, y lo subo a casa.
Es la hora, vuelvo a bajar a por el coche y me dirijo hacia el oftalmólogo.

Se hacen las pruebas pertenecientes, y vuelvo a casa. Me vuelvo a tirar en el sofá y esta vez me quedo mirando las redes sociales en el móvil. Preparo la comida y después de comer vuelvo a bajar al perro al descampado.

Volvía a tener un mal presentimiento, y esta vez no tenía nada que ver con la calle ni sensaciones extrañas. —No sé, solo queda una hora. —me dije a mi mismo.
Vuelvo a subir a casa y me llega un mensaje al móvil. Era Axel.
"Acuérdate de la fiesta del Sábado". Sonrío. Pero no contesto.
Llega otro mensaje de él.
"¡Suerte hermano!"
Contesto su mensaje con un simple "Gracias". Estaba temblando.

Guardo el móvil y le pongo de comer a Scott.
Me voy.

***

He vuelto a casa. Ya tengo los resultados.
Malas noticias.

The MoonWhere stories live. Discover now