Sangrientas noches

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"Qué extraño" pensé, "todo fue rápido y sin dolor", me llevé la mano al cuello, a la vez que despertaba de ese maldito sueño y me reincorporaba sobre la cama, sentada en el borde de ella... Como todas las mañanas, y por qué no, todos los días, mi vida transcurría sin ningún tipo de interrupción: despertaba, trabajaba y dormía... Y esa mañana, algo me hizo pensar que todo cambiaría... De primeras, ya en mis sueños cambiaron las reglas. Sueños oscuros, sangre y dolor.

"Deja eso para otro rato, Anne, no debes interrumpir tu vida por un estúpido sueño", me dije, intentando convencerme a mí misma de que se trataba de un estúpido sueño.

Las semanas pasaron y mi cuerpo junto con mi alma se iban consumiendo más tras cada sueño; mi piel se volvió pálida y como lisa porcelana, la luz me molestaba y comer se me hacía cada vez más repugnante, hasta que una noche él se presento ante mí.

Había sido incapaz de conciliar el sueño y me encontraba agazapada entre las sombras que me rodeaban. Él era alto y corpulento. El lacio cabello azabache caía sobre sus hombros cubriendo parte de su rostro, la mirada altiva me observaba analizando cada una de mis curvas y deseándome a cada momento, sus dedos entrelazados entre sí se separaron cuando sus pasos se acercaron hasta mí. Me tomó en brazos y me llevó hasta la cama donde me tumbó. Su piel era blanca y sus ojos grises como un día sumergido en la más densa de las nieblas. Su sonrisa ocultaba algo imposible de descifrar, misteriosa y dulce, terrible y sosegada.

"Buenas noches, mi querida Anne, bienvenida al mundo de las sombras", fue lo ultimo que oí siendo mortal. Cuando me estrechó entre sus brazos y acercó sus caninos a mi inmaculado cuello, pasándome la lengua por él, para luego penetrarme con ellos y succionarme hasta la última gota de sangre de mi cuerpo, me miró y acto seguido se mordió en su muñeca dándome de beber de su Vitae, haciéndome por siempre suya, entregándome a las sombras, a la oscuridad, a la muerte.

Bebí hasta saciarme...

Fue entonces cuando noté en mis oídos fuertes latidos, mi cuerpo convulsionó. Mis ojos alguna vez verdes del color de la esperanza se volvieron oscuros y grises por la eternidad. Posando él su mano sobre mi vientre, acarició mis senos, mi cuello, mis brazos hasta bajar a mi sexo. Llevó sus manos a mis muslos y lentamente los separó dejando ver mi apetitoso sexo solo para él, acercó su rostro y, abriendo levemente los labios, me pasó su lengua por el clítoris.

Pasaron las noches. Mi Sire y yo entrábamos cada noche en el Nirvana del placer. Los años y los siglos pasaron. Aún sigo alimentándome de vosotros, humanos, víctimas de las criaturas de la noche, víctimas de la oscuridad. No esperéis piedad, pues ninguna habéis de recibir.

✞︎Histørias de terror✞︎Where stories live. Discover now