t r o i s

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—¡No voy a llamarte hyung!—exclamaba Jeongin con indignación.
—Vamos In, hace mucho que nadie me llama hyung.—contesta el pelinegro en un puchero exagerado.—Además soy mayor que tú, tienes que llamármelo.—contraataca divertido.
—¡No estamos en Corea, no tengo que llamarte hyung!—se niega el contrario con las orejas rojas.
—Innie, ¿por favor?¿Solo por hoy?—pregunta entonces, con un tono suave.
—Solo por hoy...—susurra el contrario pensativo.—Solo por hoy, hyung.—acepta al fin, con las mejillas coloradas.
Hyunjin sonríe en grande, mientras sus oscuros orbes desaparecen en el gesto.
Se encontraban en una de sus improvisadas clases de francés en casa del pelinegro, y este se dedicaba a observar a su menor fruncir el ceño mientras trataba de resolver algunos ejercicios sobre la mesa de estudio que había habilitado para sus lecciones.
El sol llegaba alegremente por la ventana del pequeño cuarto, induciendo directamente sobre sus cabellos castaños, y Hyunjin lo observaba fascinado, con los orbes pegados a sus ebras que con la luz se volvían doradas.
—Hyung.—lo llama el menor con vergüenza, sacándolo de su ensoñación.
—Dime.—habla el pelinegro aclarándose la garganta con nerviosismo.
—No entiendo esto.—responde el castaño en un puchero avergonzado.
Hwang se mueve de su sitio hasta quedar a su lado, Jeongin señalaba con el dedo el ejercicio en cuestión, y contrario se lo explicó lo mejor que pudo, teniendo en cuenta la inminente cercanía del chico.
El menor se había convertido rápidamente en parte de su anteriormente aburrida rutina. Su vida era tranquila, pero Jeongin le daba ese color especial que tanto le encantaba, con su dulce sonrisa, su comportamiento infantil y sus repentinas ocurrencias había puesto su mundo patas arriba.
Y no solo en su mente.
Su corazón latía acelerado mientras el pelinegro trataba de ingnorar las mariposas que revoloteaban asiosas en su estómago, fallando una vez más en el intento.

Jeongin sonríe agradecido y continúa con el ejercicio, Hyunjin juega con el bolígrafo entre sus dedos nervioso, queriendo esconderse en su mente, como si de una coraza se tratase.
Quizá era lo mejor.
Esconderse.
Hacer como si ese pequeño castaño de sonrisa metálica no provocase en él cientos de sentimientos que, muy a su pesar, no tenía ni idea de como controlar.
Cuando se despiden esa tarde el sol todavía brilla, y Jeongin sonríe en grande mientras recorren la ciudad en dirección a la vivienda del castaño.
Hyunjin lo observa en silencio, como si fuese la más bonita obra de arte.
Y bueno, para él sin duda lo era.

"Aceleras mi corazón y mi mente se vuelve liviana.
Sin siquiera darte cuenta, con una simple mirada.
Con el sol incidiendo sobre tu figura y mi cordura ida en el brillo de tus ebras lo pones todo del revés.
Y sonrío triste y aliviado, porque por más que mi corazón quiere hacértelo saber, que ni siquiera lo ves."
-H.H

parís [hyunin]Where stories live. Discover now