Capítulo 9.

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Nuestras vidas se definen por las oportunidades, incluso las que perdemos.

F. Scott Fitzgerald; El curioso caso de Benjamín Button

Cometí un error grave, uno que no podía remediar disculpándome. Me sentí desnuda, desgarrada y sobre todo, sentí que perdí la oportunidad de tener a la mejor amiga.

Alba era una persona increíble, es sencillo descubrirlo al convivir con ella. Pero cuando revele mi secreto, su cara de horror me lastimo. No me dijo nada y no le permití que lo hiciera. Me oculte bajo las sábanas y la escuche correr a los brazos de su novio.

Ese día, después de haberlas esperado por mucho tiempo, me acerque al baño para saber que sucedía. Estaba por tocar la puerta cuando escuche algo que no debía haber escuchado. Mía le dijo a Alba que me sería infiel. Me dolió el alma y me aleje en cuanto pude.

No quise escuchar nada más hasta que Mía se acercó a mí y me contó que Alba estaba saliendo con Alemán. Quizá eso la detendría, aunque sabía que el remedio sería temporal, pues en cuanto Mía encontrará a otro chico con el que quisiera pasar el rato, yo terminaría con el corazón destrozado.

Tal vez debí dejarla en cuanto me enteré que no me quería de verdad, tal vez debí contarle lo que escuche sin querer... pero no me atreví a hacerlo. Algo me dijo que no fue un mal entendido, pero la cobardía fue más fuerte y mis ganas por sentirme querida ganaron terreno en mi corazón.

Poco a poco y gracias a su embriagues, me revelo algunos secretos; ella solía salir con Alemán y continuaba pareciéndole atractivo. Dejó de importarle que la escuchara, como si no fuéramos más que amigas y que yo no podía compararme con el chico por ser mujer.

Decidí dejarlo pasar y comencé a beber con el deseo de embriagarme hasta ya no poder más. Cuando Alemán se fue a dormir y Mía corrió a su lado, quise golpear al chico hasta ya no dejar rastro de él. Los observe pensando en lo bueno que sería poder hacer feliz a mi novia sin tener que ser un varón, pensé de pronto en lo equivocada que estaba por desear y no tener. Debía sentirme querida y lo único que sentí fue el rechazo.

Una relación debe disfrutarse y jamás frustrarte. Es fácil de digerir, difícil de comprender. Quería a Mía y lo único que deseaba era hacerla feliz. Me olvide de mí y de pronto, surco en mi mente una idea aterradora, carente de sentido, pero repleta de dolor. Cuando Alba se me acercó, sentí una atracción peligrosa, foco de la catástrofe más grande y la peor de las traiciones. Ambas estábamos ebrias y era muy probable que ella también estuviera molesta al ver a su novio junto a su amiga.

Intenté insinuarme y funcionó. Me levanté y camine hasta la habitación, sin pensarlo ella me siguió, me recosté en la cama y sonreír cuando la vi entrar. En la oscuridad pude ver su silueta y penetro en mi interior el deseo que sentía al verme.

Mi piel se erizo, no recuerdo con claridad que dije, pero si recuerdo que quería. Alba se sentó al borde de la cama y yo me quite la remera sin pensar demasiado en lo que estaba haciendo. Mis manos ardían de deseo, quería acariciarla cuanto antes. Sentí mis labios arder, trague saliva en espera de alguna reacción.

Alba no dijo nada, no reaccionó, ni se inmuto.

Me avergoncé de inmediato. Rápidamente me puse la remera y me hundí entre las sábanas con el nudo en la garganta más grande de la historia y las lágrimas a punto de salir. Espere hasta sentir a Alba a mi lado, dormirse, pero ella corrió tan rápido como pudo y salió de la habitación en busca de un hombre.

(***)

Mía me abrazó buscando mis labios con desesperación. Observe la puerta de mi habitación entreabierta, si mis padres llegaban y nos encontraban así, seguro me sacaban a patadas de la casa junto a mi novia y me devolverían a China en el primer vuelo.

Intente separarme para poder moverme, busque a tientas un cojín y lo arroje a la puerta para cerrarla. No funciono.

— Espera un poco — dije entre jadeos. Mi corazón palpitaba con fuerza y me fue imposible regular mi respiración. —.Tengo que cerrar la puerta.

Mía soltó un bufido y se cruzó de brazos formando un puchero que desde hace mucho dejó de parecerme adorable. Suspiré y me puse de pie, cerré la puerta, asegurándome de poner dejar el seguro.

Me acerque a ella dispuesta a continuar con lo nuestro, pero ella me impidió tocarla y sacó su móvil para mirar sus redes.

No quise insistir, no quería discutir. Aún llevaba en mi mente la reunión con los amigos de Alba y aunque pasaron alrededor de tres días, no podía olvidar ni la traición de Mía, ni mi intento fallido de infidelidad. Supe que ya no tenía sentido continuar con el noviazgo cuando Mía sin querer me preguntó si deseaba ser hombre y comenzó a cuestionarme sobre mi aspecto.

— No quiero ser hombre — respondí y me recosté en la cama, buscando el control del televisor. —. Jamás quise serlo, pero es divertido engañar a las personas y hacerlas creer que lo soy.

— ¿Por qué? — me preguntó sin dejar de sonreír. — Deberías de intentar con las hormonas.

— ¡No! — exclame, Mía se giró para verme, mi reacción la sorprendió. Incluso yo me sorprendí. — Me gusta ser mujer, creo que mi aspecto no me quita absolutamente ninguna cualidad como mujer. Es la idea del resto y me parece divertido ese aspecto... no quiero ser hombre y no creo lucir como uno. Si alguien lo cree, seguro es imbécil.

— Alba lo cree — tense los músculos cuando escuche su nombre. Una vez más, regresó a mi mente aquella noche.

— No lo creo... y si lo cree, es una idiota — dije y me levanté para ir al baño.

No deseaba saber más de Alba en mi vida, aunque intenté fingir que nada sucedía y la saludaba como acostumbraba hacerlo.

Tampoco deseaba seguir con Mía, pero la adoraba y no me atrevía a dejarla.

Llegar a ese espantoso sitio fue mi perdición, aceptar acudir a esa terrible reunión también lo fue.

Hasta ese momento sólo pude encontrar una persona capaz de comprenderme, alguien que desee como amigo, con el que me sentía capaz de abrirme y el único que me pudo entender. Diego. 

¿Él es una chica? |LGBT+|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora