Capítulo 25. Brazalete

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Miro a Gabriel por última vez buscando algún tipo de consuelo en sus ojos verdes de alien, aunque en realidad sea un desconocido. Quisiera que fuera Lucas el que me devuelva una mirada segura, prometiéndome en silencio que todo va a salir bien, pero él está demasiado hipnotizado como para notar que mi vida está desapareciendo frente a sus narices.

—Sólo aguanta un poco más —me ruega Gabriel, intentando alejar de su cara las manos de Lucas. Me dice que vendrá por mí y sé que lo hará, pero me pregunto si llegará a tiempo.

Gabriel niega con la cabeza, lamentándose por lo que va a hacer, y entonces sus garras se extienden exageradamente, como finas y curvas navajas listas para rebanar la carne de un zarpazo.

—Lo siento, no tengo opción —murmura y se prepara para dar fin a esta pelea.

Pero de un momento a otro el viento se arremolina en torno a Lucas en una ráfaga que conozco bien. Los cabellos de Gabriel se agitan contra su rostro mientras observa atónito como su enemigo se transforma en un intimidante lobo.

—¡¿Qué está pasando?! —balbucea la bruja junto a mí, apretándome más fuerte en su propio asombro.

—Salió la luna —dice Gabriel, mirando al cielo que aún no está del todo oscuro pero que pronto lo estará.

Inmediatamente se vuelve hacia nosotras y se echa a correr con sus pupilas de felino cazador concentradas en la bruja.

¡Me he salvado justo a tiempo!, festejo sintiendo las manos desesperadas de la bruja exprimiéndome como un limón viejo y sin jugo.

Y entonces, inexplicablemente, Gabriel cae de bruces al suelo de una forma tan repentina que ni sus exquisitos reflejos le permiten amortiguar la caída. Detrás de él aparece el lobo, con el pecho inflado en pose triunfante, manteniendo su pie atrapado entre unos enormes colmillos.

Es broma, ¿verdad?

—¡Suéltame perro estúpido! —grita Gabriel mostrando los colmillos y soltando esos bufidos de gato iracundo que te erizan la piel y te invitan a alejarte.

Pero el lobo tonto lo acepta como un desafío e ignorando las advertencias, comienza a arrastrarlo por el suelo, zarandeándolo de un lado a otro, como si la pierna de Gabriel representara mis esperanzas de vivir.

El maldito universo se está riendo en mi cara.

—Lucas, detente... —mascullo en un hilillo de voz, viendo como los últimos segundos de mi vida se esfuman mientras el lobo le hace perder el tiempo a mi salvador.

El refinado oído de Lucas logra escucharme y sin más se detiene. Me escruta serio con las orejas en alto, girando un poco la cabeza, como sin entender. Mis ojos comienzan a cerrarse y de poco voy perdiendo la conciencia quedándome con la incertidumbre de no saber si la bestia logró reconocerme o se prepara para atacarme a mí también.

La bruja me suelta y la oigo ponerse de pie para seguramente huir de aquí. Las ramas se rompen y las hojas secas crujen a mi alrededor cuando alguien pasa corriendo a mi lado. Los gritos empiezan y es escalofriante. Aprieto los ojos, intentando no pensar en lo que está sucediendo. Se me hiela la sangre, pero todo el griterío acaba de un momento a otro, antes de lo que imaginaba.

Escucho la voz aterciopelada de Gabriel en mi oído al mismo tiempo que siento sus manos en mi rostro.

—Abre los ojos, por favor... —me ruega y suena asustado, como si temiera descubrir que estoy muerta después de todo.

Y es que, si aún no lo estoy, me queda muy poco.

—Despertó el cachorro, ahora es nuestro aliado —me cuenta, y un gruñido lobuno lo interrumpe; no sé qué le molesta más si "cachorro" o "aliado".

El Lobo de Mis CuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora