7. No quiero ser más una niña herida

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Con el mismo fastidio de estos últimos días me preparo para ir a clases. Hoy menos que nunca tengo ganas de ir, sobre todo porque no alcancé a dormir, me encuentro excesivamente cansada y sé que estaré insoportable. Ni siquiera me sorprenderé de pasar el día entero recibiendo quejas de Juliana por encontrarme más irascible que de costumbre.

Me preparo y después de desayunar, me voy al colegio donde sé que me espera el interrogatorio en primicia de mi mejor amiga. No hablo con ella desde ayer por la noche que me llamó al teléfono de la casa para saber cómo había ido mi día, pero solo por fastidiar, porque ahora cuando me vea, me obligará a que le cuente todo una vez más porque ella necesita ver mis reacciones en persona.

Las historias que le narro pueden ser las trivialidades más tontas del mundo, pero ella les añade mucho drama y efectos especiales que van desde exagerados suspiros, brincos, gritos, saltos, entre otras cosas. Puede ser una actividad muy fastidiosa en ocasiones.

No tengo muchos ánimos, y si estos pensaban aflorar, sé que ahora desparecerá la posibilidad por completo, porque mi día no empezó bien y ahora empeora al ver al culpable de mis desvelos y desgracias frente a mí, esbozando esa sonrisa ufana como siempre cuando consigue despegar la mirada de su celular para verme. Mis ojos no pueden expresarle más que odio al verlo ubicado en esa misma banca junto a su otro amigo castaño, Christian, y sé que ellos lo saben, porque ese gesto de labios cerrados se ensancha aunque sorpresivamente, más en el otro que en él.

Su amigo parece susurrarle algo y yo me apresuro a seguir, pero no tardo en escuchar su voz de todos modos antes de que consiga hacerlo.

—Piojosa —dice su amigo, viéndome sin dejar de sonreír—. ¿Ya recuperaste todas tus clases? Puedo pasarte algunas fotos si quieres —apunta, y ladea la cabeza al instante, analizando lo siguiente que va a exponer—. ¡Ah!, es cierto que tampoco tienes tu celular —culmina con un puchero de falsa pena, antes de chasquear la lengua con burla—. ¡Qué lástima!

—¿Por qué no te vas a la mierda? —expongo seria, viendo que sonríe más.

—Solo si vas conmigo. Te prometo que será divertido —dice después de reír.

Respiro profundamente y le muestro mi dedo de en medio. Jamás lo había tratado antes, pero ya logra sacar lo peor de mí.

Liam no dice nada y me sorprende, pero tampoco me detengo y continúo mi camino hacia adentro. No puedo esperar que él alguna vez esté de mi lado ni me defienda.

Me ubico en la misma banca de siempre frente a la fuente de mármol en el patio principal, donde espero a mi amiga que no tarda en llegar con sus preguntas estudiadas para mi interrogatorio, tan invasiva como Rita Skeeter, la reportera del mundo mágico de Harry Potter, solo que sin la pluma a vuelapluma. Eso sería el colmo.

Contesto con fastidio hasta que la hora de ir a clases llega, pensativa porque durante nuestra conversación, sugirió que sería buena idea hablar con Andrés para que me ayude a recuperar las cosas. Me negué, evidentemente, no solo porque pienso que él es buena persona y no tiene nada que ver con las idioteces de su amigo, sino porque no quiero que ahora también empiecen a molestarla a ella.

Sé lo terca que es, y que ahora la que debe convencerla para que no haga una estupidez soy yo.

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Canela ©Where stories live. Discover now