☀︎ | Capítulo 17

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El bullicio que producen se escucha como ruido blanco en mis oídos, y agradezco internamente cuando el profesor ingresa al aula haciendo que todos se callen y vayan a sus lugares.

Como era de esperar, la única que se encuentra sin un compañero a su lado soy yo. No es que sea nada nuevo, pero tampoco nada bueno. Nadie se quiere acercar a mí.

A continuación el hombre entrecano de mediana edad que se encuentra al frente de la clase comienza a hablar de la energía y Dios sabe qué más; es entonces cuando mi cerebro recibe la señal de que es seguro soñar.

Y no me refiero a dormirme en medio de la clase. Me refiero a hacer oídos sordos al profesor, clavar la mirada en la pared e imaginar una vida en la que no me importa lo que los demás piensan de mí. Una vida feliz.

-Tarde, señorita.- Escucho que el profesor dice y yo giro la cabeza abruptamente en su dirección.

Una chica que nunca había visto antes acaba de ingresar al salón y mira al profesor con cara de "no me importa lo que digas, apúrate que no tengo todo el día".

Su cabello largo, lacio y negro es lo que más me llama la atención. Es tan oscuro como su ropa. Supongo que hay personas a las que les gusta vestir negro.

-¿No piensas responder?- inquiere el profesor a la chica.

-¿Que quieres que diga? ¿Que lo siento?

-Piénsalo dos veces antes de hablarle así a la persona que tiene el poder de hacerte venir a la institución incluso en verano. Ahora ve a sentarte.- Espeta el profesor, a lo que ella responde revoloteando los ojos.

Me quedo con la boca abierta (literalmente) al ver su actitud. Sí que tiene agallas.

Toda la clase observa la escena en silencio, como si estuvieran asustados. No sé si le temen al profesor o a la nueva pero yo definitivamente les temo a los dos.

La pelinegra se da la vuelta y clava sus ojos sobre mí, logrando que un escalofrío me recorra de pies a cabeza.

Se va a sentar conmigo. Lo sé porque no hay otro lugar para que lo haga.

Avanza en silencio hacia mí, con todos en el salón mirándola. Es alta. Muy alta, diría yo. Camina con cierta gracia y confianza que la hace ser la figura más imponente de la habitación, opacando por completo al profesor. Pero parece que ella no fuera consciente de ello.

Se deja caer en el asiento junto a mí y me siento derecha viendo hacia el frente, sin atreverme siquiera a mirarla de reojo.

Es entonces cuando el profesor continúa con su aburrida clase.

Si antes yo no prestaba atención, ahora menos. Soy demasiado consciente de la presencia de la chica a mi lado, y sin poder resistirme me giro a mirarla.

Se encuentra en una posición muy cómoda, para nada apropiada para el colegio y como me diría mi madre "no digna de una señorita". Ni siquiera me mira, es como si nadie existiera para ella.

Me pone tan nerviosa que los minutos pasan y yo no puedo lograr concentrarme en nada más que en ella.

La observo de reojo jugar con una lapicera entre sus dedos, y escribir algunas cosas en su mano. Luego guardarla. Y después meter la mano en su bolsillo y sacar... un pequeño cúter.

Forcing Smiles ©Where stories live. Discover now