Me dejó helada.

— ¿Serías capaz de golpearme?

O es lo que entendí.

—Nunca te haría daño —dijo, y luego bajó la cabeza, pensando en lo que había dicho. —A ti, ni a ninguna mujer.

Zarandeó el brazo, librándose de mí.

Estaba claro que no podía hacer nada para detenerlo, salvo avisar a Jared. Una fiesta donde las limitaciones de alcohol eran demasiadamente altas, las drogas estaban a un precio que cualquier adolescente se podía permitir.

—Zoe —susurraron en mi oído. Pronto llegaron sus brazos arropando mi cintura, arrimándome más a él. —Llevo un rato esperándote.

Había demasiada gente mirándonos.

Cuando intentó besarme, me aparté de una forma algo brusca. Besé su mejilla, y sin mirarle a los ojos, seguí la conversación.

—Tengo que decirte algo.

Él estaba molesto.

— ¿Qué vuelves a no poder besarme en público?

Sacudí la cabeza.

—Axel...

—No me digas más —estaba mirando por encima de mi hombro. —Él conoce a Jess.

— ¿¡Qué!?

No, él no conocía a Jessica.

Jared giró mi cuerpo, y señaló un punto en concreto. Un chico estaba en una mesa preparando su famosa bebida llamada llaves, y cerca de él, había una pareja...besándose.

Dos minutos en esa casa, y Axel besaba a la ex novia de Jared. Había hecho los deberes; esa era la mejor forma de llamar la atención del otro.

El largo cabello de Jess, esos tirabuzones de colores, estaban enredados entre los dedos de él. Y poco a poco, algo que se podía ver perfectamente a unos metros de distancia, es que en ese beso había lengua.

—Se supone que tengo que estar celoso —bufó—, pero pareces más molesta tú, que yo.

Aunque la música estaba sonando, dejé de escuchar esa melodía que retumbaba en las paredes de su hogar. Lo miré directamente a los ojos, donde esa mirada que tanto deseé, estaba llena de ira y de envidia.

— ¿Molesta? ¿Qué estupidez es esa?

Jared sabía perfectamente que sería capaz de dejar su hogar para estar con él. Y estaba claro, que el único que odiaba en ese momento a Axel por besar a Jessica, era él.

Apretó los puños.

Calló.

—Genial. ¿Por qué no das el paso, y vuelves con ella?

— ¡Zoe!

—No —ni grité. —Estoy cansada que intentes de culparme de todo. ¡Que te jodan!

Tiró de la chaqueta, deteniéndome.

—Tómate una copa, y relájate.

Con los labios apretados, se alejó de mí. Concluyó la discusión de una forma cobarde, por no afrentar sus verdaderos sentimientos.

—Te dije que ése tío era una imbécil —quería borrarle la sonrisa. Jess estaba detrás, cogiendo su mano. — ¿Me das un minuto? Ahora paso a recogerte.

Asintió con la cabeza.

Dejándonos a solas.

—Haces amigos rápido.

—Tiene buen culo, ¿verdad? —imbécil. Imbécil, en mayúsculas. — ¿Vuelves a casa?

—Sí. No te preocupes por mí, haré lo posible para que no sepan que he vuelto sin ti.

—Perfecto —dijo Axel. —Llegaré tarde. Jessica me ha invitado a probar su cama. Dice que es muy cómoda.

No podía estar hablando en serio.

—No me mires así —se burlaba de mí—, eres demasiado aburrida como para invitarte a un trío.

Aguanté las ganas de golpearte.

—No te equivoques, gamberro —sonreí. —En su momento te dije que no me acostaría contigo. Me repugnaría tocar esa piel repleta de tatuajes.

Le di la espalda, y en cada paso que daba para alejarme de él, su respiración era dura. Mis palabras le molestaron, y se quedó parado, observando como desaparecía de esos enormes ojos.

NARRA AXEL

«Me repugnas...Me repugnas...»

Siguieron resonando una y otra vez esas palabras. No con la voz de Zoe, pero sí de alguien de mi pasado.

Caí de rodillas contra el suelo, sintiendo todas esas miradas de niños ricos que parecían sentir pena por mí. No era pena, yo era la diversión ese ese momento. Veían como alguien que parecía fuerte, era más débil de lo que quería aparentar.

Una mano quedó sobre mi hombro, y al levantar la cabeza del suelo, ella ya no estaba.

— ¿Estás bien, Axel?

Jess agrandó sus ojos, dejando ese color tan claro, casi sin brillo.

«Zoe»

No dije nada.

Me levanté yo solo, y empecé a correr con todas mis fuerzas. Salté mi propia moto, la cual estaba tirada en el suelo. Más tarde tendría tiempo para eso, pero ahora solo tenía que hacer una cosa.

Bajo los faros de la carretera, caminaba ella con tranquilidad.

— ¡Zoe!—No debí de gritar tan fuerte.

Ella se asustó.

Al verme allí, empezó a correr.

Pero no era más rápida que yo.

—Déjame, Axel —estaba cansada. —No quise decir...

Era demasiado tarde.

Estiré el brazo hasta capturar ese gorro del abrigo que no dejaba de brincar sobre su espalda, y la detuve. Podía sentir como temblaba entre mis manos, como esquivaba mi mirada.

— ¿Te doy asco? —Negó con la cabeza. —Sí. No puedes ni mirarme a los ojos. Nunca lo haces —sus pequeñas manos presionaron sobre mi pecho, apartándome de su lado. — ¡Mírame! Mírame de una maldita vez a los ojos.

Por mucho que intentara alzar su barbilla, Zoe miraba el suelo.

— ¿Quieres saber por qué los tatuajes cubren mi piel? ¿¡Eh!?

De repente un sollozo me despertó.

Lágrimas humedecieron mis dedos.

—N-no me h-hagas daño —y por primera vez, desde que convivía con ella, me miró a los ojos. Nunca había visto unos ojos tan verdes. —Por favor, Axel. No me hagas daño.

La solté de inmediato.

Zoe no era él.

Ella nunca...

Quité ese pensamiento de mi cabeza, e hice lo único que sabía hacer.

Huir.


Bienvenido, GamberroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora