D i e c i s é i s .

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Le mandé el emoji de la mano con el pulgar hacia arriba y me dirigí al armario. Cogí lo más fresco que encontré, un vestido de tirantes holgado de una tela muy fina.

Corrí al baño a peinarme pero no me sequé el pelo y tampoco me lo recogí. Daba gusto cuando los mechones húmedos hacían contacto con la piel de mi espalda, era fresquito y agradable. Aún así me puse un coletero en la muñeca porque sabía que en cuanto se me secase, llevar el pelo suelto solo me daría más calor y, teniendo en cuenta que iba a pasar bastante rato en una cocina, quería evitar achicharrarme lo máximo posible.

Cuando terminé de arreglarme le envié un mensaje a Lydia y cogí el autobús para ir a la cafetería. El establecimiento estaba abierto cuando llegué y Lydia ya se encontraba dentro. Llevaba el cabello recogido en dos moños con las raíces trenzadas. Su peinado parecía mucho más complejo que cualquiera que yo hubiese podido hacerme y desde luego, era también mucho más bonito.

Me saludó con un abrazo que yo le devolví y luego nos dirigimos charlando hasta la cocina.

La verdad es que mi plan funcionó. Desde el momento en el que comenzamos a hacer la tarta de queso, estuve tan concentrada en no cagarla y seguir las instrucciones de Lydia a la perfección, que no pensé en Axel ni un solo segundo.

A la mierda los que dicen que los dulces no solucionan nada, he aquí la prueba de que se equivocan.

Sin embargo, cuando terminamos de decorar la tarta con una fina capa de mermelada de fresa y algunos frutos del bosque, Axel volvió a invadir mis pensamientos. Al entrar en la sala de descansos recordé no solo el beso, sino la vez que había venido junto con Liam a probar mi tarta.

Me frustré conmigo misma al notar que una parte de mí esperaba que viniese hoy también. Seguía queriendo verle. Seguía queriendo tenerle cerca.

Lydia vino detrás mía con dos platos y sus respectivos trozos de tarta. Hasta para cortarlos era perfeccionista, parecían haber sido divididos por una máquina en vez de un ser humano, pero yo misma la había visto partir cada uno de los trozos.

—Han quedado algunas frambuesas. ¿Por qué no le dices a Axel y a Liam que vengan? —pregunté. Nunca se me había dado bien disimular algo y sospechaba que Lydia vería a través de mi pregunta sin problemas.

Efectivamente, Lydia esbozó una sonrisa en cuánto terminé de hablar.

—Hoy no pueden venir. Axel ha llevado a Liam al museo de ciencias naturales. Probablemente pasen allí todo el día.

Asentí con la cabeza. No me costó demasiado disimular mi decepción.

Me senté en una de las sillas y comencé a probar la tarta. Incluso comiendo, y mira que yo adoraba comer, no podía quitarme el beso de la cabeza. Observé la mesa, la misma mesa sobre la que yo había estado sentada cuándo Axel me besó.

Ni siquiera intenté frenar el recuerdo, que de nuevo vino a mi mente. Había perdido la cuenta de las veces que había visto en mi cabeza la imagen de Axel mirándome fijamente antes de besarme.

Sin embargo, esta vez me dejé llevar. Me permití recordar cada detalle de ese beso, el tacto suave de sus labios y la forma en la que su mano sujetó mi cabello después de deshacer mi coleta. Tampoco me prohibí sentir de nuevo esas mariposas, el cosquilleo en mi barriga.

Ese era mi mayor problema: había disfrutado tanto aquel beso... Lo había disfrutado tanto que una parte de mí quería repetirlo.

No.

Una parte no. Todo mi ser. Quería volver a besarlo y negarlo era una estupidez. Incluso aquella parte de mí que se sentía culpable y simpatizaba con Audrey quería probar los labios de Axel de nuevo.

Zoe & Axel ✔️Where stories live. Discover now