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Zed Edevane.

La visita de Zander me impacienta. Mi hermano menor y yo no teníamos la mejor relación. Noto como mira morbosamente a Tamara, quien le sonríe como idiota.

—No eres bienvenido en esta casa.

—¿Desde cuando? ¿Desde que me robaste a mi novia para follártela? —Le da un sorbo a su copa. —El indignado aquí debería ser yo.

—Hazme el favor de dejar de ladrar estupideces y salir de la habitación de Tamara, ella necesita descansar.

—¿Por qué no me dejas convivir con "mi cuñada"?

—¡Lárgate! O voy a hacer que te saquen a patadas y te expulsen de Julianna.

—¿Pueden dejar de discutir? La cabeza va a estallarme.

Dice Tamara medio molesta. Fulmino a Zander con la mirada y la ayudo a que se recueste por completo. La cubro con la sábana observando cómo frunce la frente a causa del dolor de las heridas que tiene en el cuerpo.

La curaría, borraría todas esas marcas y todo ese dolor en un segundo con un simple beso, los Edevane tenemos ese don, poseemos el don de restaurar dolencias, sin embargo, puedo ser un hijo de puta y todo lo que quieran pero jamás me propaso con ni una mujer sin su previo consentimiento. Me está gustando provocar a Tamara pero si ella no lo pide, no pienso hacerlo.

Verifiqué que durmiera antes de salir de la habitación junto con el desgraciado que tengo por hermano. Fuimos hasta la sala de estar donde me sirvo una copa de whisky.

—Sin rodeos, dime a que regresaste.

—¿No vas a invitarme a una copa?

—¡Dime a que regresaste carajo!

—El chisme en Julianna corre como el agua del río y me enteré de que "la elegida" había llegado. Definitivamente tenía que conocer a la persona que salvará a este maldito pueblo.

—Pues ya la conoces, ahora vete.

—Para tu mala suerte eso no será posible. Regresé para quedarme Zed y no puedes echarme porque yo también soy un Edevane y esta mansión también me pertenece.

—Sabes perfectamente que tengo el poder para echarte de aquí Zander.

—Inténtalo. Ya no soy el mismo estúpido débil al que humillaste un día quitándole la mitad de sus dones, la mitad de sus tierras y a su mujer.

—Eso lo perdiste tú solo Zander. Lo perdiste por tu traición.

—No hables de traición cuando tú fuiste quien metió en su cama a Roma sabiendo que era la mujer a la que amaba.

—Las cosas no pasaron así...

—¡Si pasaron así! ¡Tú la orillaste a la muerte! ¡Fue tu culpa!

—¡No vuelvas a repetir eso! —Le grito a punto de agarrarlo a golpes, lo de Roma es algo que me jode y me va a joder el resto de mis días.

Damon es quien detiene el puñetazo que iba a lanzarle a mi hermano.

—Zed, contrólate. No caigas en las provocaciones de Zander, sabes que lo único que quiere es joderte, no cedas. Es mejor que haya un idiota y no dos.

—No sabía que tu perro seguía aquí. —Zander ríe. Damon lo ignora mirándome.

—¿Podemos ir a tu oficina? Necesito hablar contigo, es un asunto delicado, Zed.

ZED: EN LA OSCURIDAD [RE-SUBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora