Capítulo Catorce

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Thiago Miller

Salíamos del supermercado aún riendo los tres como locos. Llevábamos bolsas verdes de nuestras compras y nos dirigimos al coche.

—¿Y qué te pareció, Thiago?—pregunta Jeremy guardando más cosas en el maletero del coche.

—Me divertí mucho en realidad. Nunca pensé que me podía reír tanto.

Volvimos a reímos.

—Podemos volver cuando quieras y darnos otra vuelta en nuestro carrito—me guiñó un ojo cuando cerró el maletero.

***

Ya estaba en casa y los tres habíamos guardado juntos las compras en las alacenas de cada lado de los pequeños gabinetes de las tazas de café, encima del fregadero en la pared. Le había agradecido a Jeremy por habernos llevado y por haber comprado refrescos, doritos, cereal y malvaviscos. Le dije que se llevara algo, pero se negó. Pero pude lograr que se llevara una pequeña bolsa con malvaviscos, los cuales salió de la casa comiéndoselos.

Estaba sentado en el sofá con una taza de refresco y una sábana azul que me arropaba el cuerpo y la cabeza. Veía una película y Hanna salía de la cocina con un tazón de palomitas y se sentó a mi lado.

Colocó el tazón en la mesita después de haber tomado un puño de ellas y llevarlo a su boca. Luego tomó su taza de la mesita que contenía refresco rojo y la mía igual.

—Creo que he visto esa película. Sí, sí —dijo subiendo los pies en el sofá y doblando las piernas tal y como yo las tenía—. El chico muere al final por una enfermedad.

Bajé la cabeza y me puse a pensar en que no le había contado lo que me pasaba a Hanna.

—¿Pasa algo, Theo?

—No, no—negué con la cabeza—. Solo me spoileaste la película.

—Lo lamento. Pensé que la habías visto ya.

—Pues no.

—Vale lo siento. Ahora come palomitas.

—Claro—estiré mi brazo y tomé un puñado de palomitas y las llevé a mi boca—. ¿Y por qué me llamas Theo?

—Porque te llamas Thiago y creo que Theo suena muy lindo para ti. Solo le quito tres letras; la g, la i, y la a. Entoces le agrego la e delante de la hache. Theo—susurra—. Me gusta.

—O-okay—dije frunciendo el entrecejo—... Ehh, Te puedes ir cuando quieras, Hanna. Mamá vendrá pronto.

—Tranquilo. Mi padre me llamó mientras hacía las pamitas y me dijo que vendría a decirme cuando llegara.

—Vale. ¿Oye?

—¿Sí?—dijo sin dejar de mirar la tele.

—¿Puedo saber sobre tu madre?

Se removió en el sofá y creí que la había hecho sentir incómoda.

—Está bien. Sino quieres hablar, está bien.

—No, está bien. Creo que quieres saber el porqué no está aquí con mi padre y conmigo. Pues, mi padre y yo viajamos mucho por su trabajo. Mi madre no podía cuidarme porque tenía dos empleos y muchas veces me quedaba sola en casa de pequeña. Casi morí en un incendio mientras mi madre hacía doble turno en una cafetería por las noches. Le dieron mi custodia a mi padre y poco después mi madre...—se calló y tomó mucho aire— Mi madre murió en un accidente de coche un fin de semana mientras me cuidaba. Fue atropellada. Habíamos ido a una tienda de Londres y cuando cruzamos la calle, llevaba una muñeca que se me había caído. Volví a cruzar corriendo la carretera en busca de mi muñeca y casi me atropellan. Pero mi madre corrió a buscarme y un coche rojo la arrolló haciéndola volar por los aires y caer en medio de la carretera vaciándose en sangre.

Vi como sus lágrimas corrían por sus mejillas y las secaba con movimientos torpes con una sola mano, debido a que tenía la izquierda ocupada con la taza de refresco que había tomado de la mesita del sofá en frente de nosotros y tomó un sorbo.

—Tenía diez años. Fue mi culpa—dejó la taza en la mesita del sofá y tapó su rostro con ambas manos.

Dejé mi taza en la mesita y me acerqué a ella dejando caer la sábana a mi espalda y la abracé.

—No tienes la culpa, Hanna.

—Si no hubiese regresado a buscar esa tonta muñeca, ella aún seguiría aquí. Si solo hubiese esperado a que pasaran los coches... Debía atropellarme a mi y no a ella.

—No fue tu culpa. Fue un accidente. Yo me sentía igual por lo de mi padre sin importar que solo tenía cinco años cuando lo asesinaron. Estaba enojado con el mundo, pero hoy me ayudaste a salir y a no estar tan preocupado y asustado.

Me miró a los ojos y vi que ya los suyos estaban rojos.

Me acerqué más a su rostro y la besé una vez más. ¿Por qué no besarla si sentía ganas de hacerlo? De todos modos, había tenido mi beso romántico bajo la lluvia, ¿no? No fue el primero, pero si el segundo.

La llevé despacio hacia atrás, hasta dejarla acostada y seguía besando su labio súper suaves con sabor a palomitas y refresco de frambuesa.

Un suspiro salió de sus labios y mordió los míos. Sentí una rara corriente eléctrica que recorrió todo mi cuerpo hasta un punto en el cual no quería pensar en su nombre.

Sujetó mi cuello y el calor entre nosotros aumentó.

—Te amo, Thiago—volvió a besarme—. Te amo—decía con las lágrimas aún en sus ojos.

—Lo sé.

Apagué la tele y volví hasta ella para volver a sus labios fascinantes. Hasta que alguien tocó la puerta principal.

—¿En serio?—dijo cuando aparté mis labios de los suyos.

—Quizás sea mi madre—me levanté del sofá, fui hasta la puerta y la abrí. Me sorprendí al ver a un hombre y no a una mujer de pelo oscuro. Era un hombre de pelo negro y ojos del mismo color que los Hanna. Llevaba un saco negro con corbata y un maletín en sus manos.

—¿Se encuentra, Hanna?—preguntó—Soy su padre, Daniel Jones.

—Sí. Está aquí.

—Tú debes ser Thiago. No te veía desde hace casi un mes. Cuando nos vinimos a vivir aquí.

—Así es señor Jones. ¿Quiere pasar un momento?

—Oh no. Solo le dije a mi hija que vendría. Aunque quizás es un poco raro porque vivimos al frente, ¿no crees?—sonrió.

—No— negué con la cabeza—. Para nada señor.

—Dile a Hanna que vine, por favor.

—Aquí estoy papá— apareció detrás de mi—. ¿Nos vamos?

—Claro, hija.

Hanna me miró—¿Hah?

—Tranquila. Yo termino y recojo todo.

—Está bien. Adiós.

—Adiós.

Salió de casa para acercarse a su padre.

—Fue un placer volver a verte Thiago—dijo su padre de espaldas en dirección a su casa.

Recién íbamos a comernos las palomitas con la película, pero su padre ha venido a por ella.

Cerré la puerta y me apoyé de espaldas en ella.

—¿Qué fue lo que hice?—cerré los ojos con la cabeza levantada al techo y me golpeé la frente con la mano recordando lo que hicimos en el sofá.

A Través De Tu Ventana ®© #1Where stories live. Discover now