Engaged

Noches entre los dos

El cuerpo de aquella chica se asemejaba a una esponja, absorbía todo lo que había en él y no tenía suficiente de ello; siempre amoldándose a su entidad entera y arrancando su avaricia de deseo por completo. Era preciso aludir lo mucho que deseaba ser absorbido por ella, ineludible. Su aroma era bonancible, su naturaleza angelical no permitía ser tratada agreste, y no era algo que él deseara, personalmente quería tomarla de una manera incomparable; algo que ella merecía y que por tal situación consideraba conveniente.

Rodeó parsimonioso el cuerpo de Uraraka con liviandad, sus enérgicas manos acariciaban lánguidamente la cintura de la castaña, la tela del vestido le hacía desear explorar qué podía encontrar en aquella piel abrillantada y límpida. Mirándose alternativamente y sintiendo la respiración él uno del otro cosquilleando en sus seres, como si fuera la primera vez de ambas partes, que no precisamente era de tal modo.

Las relaciones de Bakugou no solían ser sentimentales, evidentemente jamás se había dedicado de lleno a una y rehuía de ese tipo de lazos. En el momento de tomar a una persona lo hacía de una manera torcida sin presunción de afectividad, algo momentáneo y apresurado, que solo se encaminaba a resolver sus necesidades sexuales en el instante. ¿Para qué tomarse la molestia de tener sexo armónicamente? Esta vez deseaba lo paradójico a ello, esperaba explorar a esa mujer minuciosamente, y no sabía por qué. La situación ameritaba un momento insigne.

Sus labios se conectaron como imanes; ambos pretendían besarse y uno y otro se acercaron para ello. El corazón de Uraraka latía con fuerza y tan rápidamente que se sentía aletargada, alarmada por la realidad y contexto, acreditando merecidamente aquel hormigueo en su interior al besar a ese hombre. No se trataba de ningún mito aquello, el amor existía y una señal de esto era la prueba irrefutable de ese dichoso hormigueo, le encrespaba esa sensación desconcertante que nunca pensó conocer, hasta hace poco.

Los minutos desfilaban a favor del crepúsculo, y ellos seguían en lo mismo. En señal de una ligera desesperación de los deseos no muy esotéricos de Bakugou, sus manos llegaron ágilmente a la espalda de Uraraka, tomándose el análisis manual considerado e inequívoco de localizar el cierre del majestuoso vestido que portaba Ochako jactanciosa. Él tenía todo previsto, sabía perfectamente dónde se encontraba, gracias a las vistas enmascaradas que le consagraba a su esposa durante el festejo nupcial, avizorándola resentido con la intención de que ningún idiota se atreviera a acercarse más de la cuenta.

Ochako supo sus intenciones y sin embargo no lo detuvo. La tensión de sus músculos incrementó extensamente cuando el cierre comenzó a descender malévolamente, desnudándola obsequiosamente. Le dedicó una mirada de prevención a Bakugou, quién sonrió retorcido ante ella y retornó a devorar su boca revolviendo su lengua con la de ella para no producir incertidumbre en ella.

Una vez concretada aquella labor, los besos de Bakugou pretendieron cambiar de dirección: el cuello de Uraraka era el blanco perfecto para enardecer la situación. Depositó un beso tras otro, uno en su mentón y en la longitud de su cuello y lo recorrió finamente. Con la lengua volvió a repetir el proceso asegurando que la castaña se entumeciera con todo ese estridente contacto, y provocando en ella ligeros suspiros atontados. Una piel blancuzca con un sabor inusitado, el cual le provocaba muchas sensaciones agradables que acrecentaban su avaricia carnal.

— E-Eh... Uh... —suspiró Ochako sintiendo la lengua de Bakugou jugando con el lóbulo de su oreja, electrizante y vigorosa conmoción.

Bajó el vestido de un solo movimiento y éste quedó a la altura debajo del ombligo de Ochako. Sus pechos dieron unos pocos rebotes, en tanto la castaña se percató de ello intentó cubrirlos debido a la timidez e inexperiencia, pero Bakugou la detuvo.