31: Ángel de la guarda

4.6K 476 143
                                    

Viernes, 13:00:

Había pasado una semana desde la noche en la que hablamos con Brassil, y durante todos esos días, Luc me evitó. Cuando entrenábamos, era un témpano de hielo: no me hablaba, las miradas que me dirigía ya no eran oscuras, ni tenían su característico brillo depredador. Ya no me regalaba esas pequeñas sonrisas.

Ni siquiera me echaba la bronca.

Luc no era el único que me evitaba. Matt y Ram, por su parte, también pasaban de mí olímpicamente. Y ya no mencionaré a Valerie, quien directamente hacía como si no existiese.

En siete días, había perdido completamente a mis amigos, y a Luc... bueno, lo de Luc era otro problema. Lo que teníamos entre los dos era algo raro. Nos soportábamos, tampoco diría que fuésemos amigos, pero cada vez que estábamos juntos perdíamos la cabeza de una forma que me asustaba un poco.

¿Por qué no puedo dejar de pensar en ti?

Su voz sonó desesperada cuando dijo eso. Sabía que Luc no mentía, pero cada vez que recordaba sus palabras, me sentía engañada. Como tras la noche del motel.

Yo sí que no podía dejar de pensar en él. Y eso me causaba mucha rabia.

Porque, si fuesen ciertas sus palabras, no pasaría de ser tan gentil conmigo a ignorarme por completo.

Otro tema que no comprendía era el comportamiento de Ramírez. Entendía el enfado de Val, y podía llegar a comprender el de Matt, pero ¿Ram? ¿Por qué me estaba evitando? Desde siempre tuvimos una buena relación, y ahora se volvía en contra de mí. Quizás lo hacía para mostrarle lealtad a Matthieu. Yo ya ni sabía cómo funcionaba la amistad.

—¿Me has escuchado? —Enfoqué mi atención en Deva de nuevo al escucharla.

Deva y yo estábamos convirtiéndonos en amigas... o algo así. Más bien, en confidentes. Ella me contaba sus problemas con Asmodeus y Dante (que no eran pocos), y yo los míos con la vida en general (que tampoco eran pocos). Aunque, por lo general, intentaba evitar hablarle sobre Luc.

—¿Qué te pasa?

Bufé en vez de contestar mientras comía las migas de pan que quedaban en mi plato. Desde que Deva y yo empezamos a hablar, salía a comer con ella tras mis entrenamientos.

—No me lo cuentes si no quieres, pero parecía que estabas recordando tus tiempos en Vietnam —bromeó.

Deva era una chica peculiar. Tenía un humor brutalmente negro y honesto, sus gustos eran muy perversos y poco ortodoxos, y aún así, se consideraba muy espiritual. Decía que siempre conversaba con Dios, y que gracias a ello se mantenía cuerda y conseguía hacerle frente a sus problemas.

Toda su familia era así de especial. Su padre y su madre trabajaban en la industria de la taxidermia, por lo que tenían decenas de cabezas de animales muertos y disecados por su casa. A Deva eso no le hacía mucha gracia, pero quería a su familia por cómo eran. Tenía un hermano pequeño, al que echaba muchísimo de menos, y una abuela hippie que fumaba maría la mayor parte del tiempo.

—Bueno... Te lo explicaré —acabé diciendo—, porque necesito sacármelo de la cabeza. Pero no se lo cuentes a nadie.

Los ojos negros de Deva brillaban con curiosidad.

—Eh... es posible que besara a Luc un par de veces.

—¿Crees que no lo sabía? —Inquirió tras reír—. Todos sospechamos que en realidad erais algo así como enemigos con derecho a roce. As y yo hicimos nuestras apuestas —añadió.

Un señor mayor que teníamos al lado nos miró con una ceja enarcada.

—Esto me parece increíble —mascullé—. Y yo pensando que era un secreto.

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Where stories live. Discover now