15: Amenazas constantes

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Domingo, 00:30:

Matt, ¿estás enfadado?

Lunes, 10:57:

Por favor, me tienes preocupada.

Lunes, 16:15:

Dime al menos que estás bien.

Lunes, 17:00:

Estoy yendo a tu casa.

Me moría de hambre, pero también me moría de preocupación por culpa de Matthieu. Le había dejado cien llamadas perdidas entre el viernes y hoy, lunes. Muchas, tantas que rozaba lo preocupante.

Me estaba ignorando deliberadamente, o le había ocurrido algo malo. Por esta razón, nada más salir del Inferno decidí ir directamente a la casa residencial de los D'Argent. No me atrevía a ir a su apartamento. Además, Matt pasaba la mayor parte del tiempo en casa de sus padres.

A pesar de que almorcé un poco antes de las doce, tras ese entrenamiento asesino al que Dante me sometió mi apetito había vuelto con fuerza. Intenté ignorarlo, y al oler el interior putrefacto del metro, el hambre disminuyó un poco.

La casa de la familia de Matt estaba a las afueras de Manhattan, en uno de los barrios residenciales más ricos de Nueva York. Hacía ya mucho tiempo que no pasaba por allí, y me daba vergüenza presentarme por algo tan estúpido como una pelea con Matthieu. Al llegar a la manzana, recorrí la distancia entre la boca de metro y su casa.

Llamé a la puerta con nerviosismo y malestar en mi estómago. Pasé cinco años de mi vida en la casa de los D'Argent y, aun así, sentía que esa era la primera vez que entraba en la pequeña mansión.

Quien me abrió no fue Matthieu, ni Sara, y por supuesto, tampoco fue Maxime D'Argent.

Milo D'Argent, el primo de Matt, me sonrió detrás del umbral. Me costó reconocerlo. En un año y medio sin verlo, Milo había crecido bastante, y ahora sus rasgos eran más duros, como los de Matt. Sólo tenía un año menos que yo, pero lo seguía tratando como si fuese un niño pequeño... aunque ya me sacase una cabeza.

—Hola —me saludó, ladeando su cabeza con una sonrisa irónica. Lo abracé al segundo, sintiéndome como en casa—. Anda, pasa —entré en la gran casa detrás de él, observándolo todo a mi alrededor. Nada había cambiado—. ¡Sara, Nina ha venido de visita! —Gritó.

De repente, la cabeza de Sara D'Argent se asomó por la puerta de la cocina. Caminó rápidamente hacia mí, y me abrazó con cariño. Ella era la cazadora retirada de la familia, que se había casado con un humano normal, Maxime, quien sorprendentemente también tenía familia del gremio de los cazadores. Por culpa de la genética, Maxime no había heredado el gen de los cazadores, que nos daba más fuerza y resistencia física que la de una persona corriente.

Sara no dejó de abrazarme y decirme cosas como: «¡Qué guapa estás! ¡Me encanta este corte de pelo nuevo! ¡Cuánto has crecido!» (aunque no me había cortado el pelo y tampoco había crecido).

—Me alegra que estés bien. Matt siempre nos cuenta cosas sobre ti, pero no es lo mismo que verte en persona... —Sara suspiró—. Sin vosotros dos, la casa está vacía.

Milo puso los ojos en blanco, fingiendo molestia.

—Sin ellos la casa está tranquila, querrás decir —le corrigió su sobrino. Sara negó repetidamente mientras me arrastraba hacia la cocina. La casa había permanecido intacta en mis recuerdos, pero volver a estar en ella era revitalizador.

INFERNO: Pacto con el Diablo (TERMINADA)Where stories live. Discover now