—No. Está bien. Si me gustan.

Corté un trozo con el tenedor y lo llevé a mi boca. Eran muy suaves y dulces. Sabían muy bien de hecho. Además, no los como hace mucho tiempo. Mamá casi nunca está en la casa por el hospital y más ahora con otro empleo con el señor Mackensy. Así que tenía que preparar yo mi desayuno y no sé hacer wuaffles.

—¿Y?—dijo, mientras me miraba para que le respondiera si me había gustado lo que había preparado.

—Están muy buenos—dije llevando otro bocado a mi boca.

—Me alegra que te guste.

Guardamos silencio por un buen rato mientras comíamos nuestro desayuno. Ella tomó un sorbo de su zumo y yo tomé un sorbo del mío tras comer otro trozo de wuaffles con miel de maple. Miraba a Hanna de vez en cuando. Incluso duraba varios segundos mirándola mientras comía, pero cuando levantaba la cabeza para mirar hacia mí, miraba mi plato o a cualquiero otro lado de la cocina.

Cuando terminamos, ella llevó los trastes al fregadero y los lavó. Le dije que no tenía que hacerlo, que era suficiente con haber preparado el desayuno. Pero ella insistió en que no era nada y los terminó lavando de todos modos.

La miré mientras seguía de frente en el fregadero y dije:

—Que te haya besado no quiere decir que estemos saliendo ni nada—dije.

—Lo sé, Thiago. No soy tonta.

—De cierto modo, sí—dije y la escuché reír.

—Quizás sí. Si te refieres a todo lo que te hice—se había girado en el fregadero para mirarme con las manos detrás y apoyadas delante del fregadero.

—Vale—me puse de pie para salir de la cocina.

—¿Oye, Thiago?

Me detuve—¿Qué?

—Tu madre me encargó ir por algunas cosas al supermercado y me preguntaba si...

—No—la interrumpí—. No quiero ir contigo ni con nadie.

—Ah, vale. Es que no quería ir sola.

—Pídele a tu amigo Jeremy que vaya contigo. Te ayudó mucho la última vez.

—¿Por qué lo mencionas?

—Porque es la verdad, ¿no? Supongo que ya son buenos amigos después de haberse ayudado mutuamente para sacarme de casa—hablaba un poco enojado.

—Si no querías ir, solo tenías que decirlo y no hablarme de esa manera, Thiago—se giró y cerró el grifo para luego secar sus manos con una toalla que colgaba de la manija del horno de la estufa.

—Es lo que intentaba decirte.

Salí de la cocina y fui hasta mi habitación y cerré la puerta con seguro para prevenir el hecho de que se quiera aparecer por aquí.

Al pasar las horas, bajé al primer piso y vi que Hanna se ponía de pie del sofá después de haber apagado el televisor. Fue hasta la puerta principal y la abrió.

Llegué cerca del sofá cuando se dio la vuelta y vi sus ojos vidriosos y supuse que estaba llorando o iba a hacerlo.

—¿Estás bien? ¿Pasa algo?

Sonrió—Estoy bien. ¿Seguro que no quieres venir.

—Bueno. Quería decirte que lo había pensado y creo que debería ir. No sé.

—¿De verdad?—sonrió.

—Sí. No estoy muy seguro, pero creo que mi madre merece que haga esto. Merece que su hijo deje de ser tan cobarde.

A Través De Tu Ventana ®© #1Where stories live. Discover now