❤️Capitulo 3❤️

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—...Felicidades, usted está embarazada.

Esas palabras, esas 4 palabras serían la destrucción total de mi vida.

—Imposible... —susurro sin poder creer lo que estoy escuchando.

—No lo es, usted tiene dos semanas de embarazo. Por eso se mareó esta tarde y cayó por las escaleras. En su vientre hay un bebé con muchas ganas de salir y conocer este mundo. La felicito —anuncia el doctor con notable felicidad.

—Doctor, eso no puede ser posible. Mi hija no es así. Ella es una niña de Dios muy consagrada. Ella no tendría relaciones con un hombre antes del matrimonio. Ella no le fallaría de esa forma a Dios. ¿Estoy en lo cierto, bebé? —asegura mi mamá poniendo sus ojos en mí.

—Es que... Yo... —digo entre sollozos. No me había dado cuenta de que estaba llorando hasta que siento un sabor salado en mis labios —Lo siento... —agacho la cabeza con mucha vergüenza.

—Briana... Eso no es cierto. ¡Dime que no es cierto¡ ¡Dímelo hija! —reclama muy alterada mientras se echa a llorar.

No soy capaz de responder. Ni siquiera puedo mirarla. Ver esa mirada de decepción en sus ojos es algo que me hace sentir aún más culpable.

¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?

—Vámonos, dejemos que ellas hablen —dice la pastora tomando la mano del pastor y de Mike —¿Estás bien? —le pregunta a Mike el cual está un poco pálido.

—Yo... —agacha la cabeza —Sí, estoy bien —afirma y sin decir nada más desaparece de mi vista.

—Briana, cuando estés mejor nos avisas. Tenemos que hablar —pide la pastora y yo asiento con la cabeza.

Seguro me van a regañar. ¿Cómo les explico que no fue mi culpa? Que fue un accidente. ¿Ellos me creerán? Seguro que no, lo más probable es que me disciplinen y no me dejen seguir siendo líder de jóvenes. Pero eso tiene mucho sentido. Se supone que soy la representante de Dios en la tierra. Se supone que mi cuerpo es templo del Espíritu Santo. ¿Cómo es que quedo embarazada? Soy una vergüenza para Dios. No soy digna de ser su hija. ¿Cómo es que me hago llamar cristiana? Soy una total basura.

—¿Quién es el papá? —pregunta mi madre sacándome de mis pensamientos.

—No lo sé...

—¡¿Qué?! ¿Me estás diciendo que estás embarazada y ni siquiera sabes quién es el papá de ese bebé? ¡¿Acaso estás enferma o qué rayos?! —pregunta entre gritos.

—Lo siento...

—Un "lo siento" no cambiará nada. Tú no eras así. ¡Así no te crie! ¡Eres una vergüenza para la familia y para Dios!

—Mamá... Por favor perdóname... —suplico entre lágrimas.

—No quiero que vuelvas a la casa. Ya no eres mi hija —dice y luego me da la espalda y empieza a caminar hacia la puerta.

—¡NO! Por favor, mamá... —corro tras ella y le tomo la mano —No me dejes —suplico para luego arrodillarme —Te necesito...

—Eso debiste pensarlo antes de abrirle las piernas a cualquiera —se suelta de mi agarre y sale del cuarto dejándome tirada en el suelo en un mar de lágrimas

Quiero morir. ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Qué pecado cometí para que me suceda algo así?

Después de un largo rato de estar llorando, logro calmarme. Me levanto del suelo, cambio mi ropa y salgo del hospital.

¿A dónde debería de ir? Mi mamá no quiere que me aparezca frente a ella. No tengo a donde más ir.

Dios, por favor ayúdame, no creo poder soportar por mucho tiempo esta situación.

Enséñame a Amarte Where stories live. Discover now