5| Las cosas que hicimos que te gustó

253 29 47
                                    

Habían pasado dos días, tenía que ir y dar la cara. Junto con un café descremado y mis lentes negros, entré a la galería, que pase lo que tenga que pasar.

Al llegar, veo a un Félix poniendo sus cosas en una caja.

Esto tiene que ser una broma.

—¡¿Qué estás haciendo!? —pregunto, quitándome los lentes y dejando la cartera junto con el abrigo negro en mi asiento.

—Pues, preparándome para nuestro final. Apolo vino hace una hora buscándote, ¡Alexandra está como loca!

Mi querido Félix, siempre tan fatalista.

—¿Te despidió? ¿Nos despidió?

—Aún no... ¡Pero siento que lo hará! ¿Cómo pudiste dejarlo solo? Sólo tenías que tragar y callar.

—¡No soy un cerdo para engordar! —me quejo.

—¡Pero si fuiste una araña para trepar!

Iba a contestar cuando la voz de Alexandra lleno todo el lugar, gritando mi nombre haciendo que volteara a su dirección.

—¡A mi oficina, ahora! —ordena, agarrada de la barandilla de vidrio del piso de arriba.

Lo último que veo antes de subir es un Félix guardando de nuevo sus cosas, generando que un sentimiento de culpabilidad me inundara.

Entro a su oficina que en realidad es su espacio para hacer arte, tenía regada las pinturas por el lugar y una obra por la mitad.

—No despidas a Félix, nada de esto es su culpa, si está una culpable soy yo —me observa con cara, sin entender.

—¿De qué estas hablando?

—¿No vas a despedirme, a despedirnos?

—No, ¿Qué creen que soy, Cruela? ¡Te llamé para felicitarte!

—¿Felicitarme? —digo sorprendida.

—¡Si! Abandonar a alguien como Apolo, oh, me hubiese encantado observarlo. Es un viejo arrogante y machista, no te culpo por dejarlo —dice, soltando una carcajada.

Ahora soy yo que se le queda mirando.

—Vamos, si hubiese estado en tu lugar, le hubiese tirado la comida encima.

Ganas no me faltó, digo para mi misma.

—Entonces, ¿Puedo retirarme?

—Claro y dile a Félix que quite esa cara de perro abandonado, aquí el único dejado fue Apolo —suelta otra carcajada.

—¿Y ya es oficial? ¿Tienes nuestros cheques en tus manos?

—Puedes relajarte drama queen, nada nos podrá sacar de aquí.

—Si no tuviera novia, te besaría —dice, abrazándome.

Era viernes, Sharon me había convencido que para sacar a Blake de mi cabeza, deberíamos ir a otra recepción para conocer a otro chico, que nada malo podría pasar.

Ella dijo.

Además, de todas las bodas, no había probabilidad de que él y yo nos encontráramos.

Yo dije.

Pero el destino o la vida no pensaban lo mismo y siempre buscan una manera de reírse de mí, es más, creo que soy su diversión.

Un vestido rojo con espalda escotada arropaba mi cuerpo mientras que Sharon tenía un vestido blanco que resaltaba su cabello naranja. Era la boda de los Duncan, ni idea de quiénes eran, según Shar son empresarios, había tanta gente que fácilmente nos pudimos colar.

Nuestro loco y raro amor [ COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora