Capítulo 5

134 9 0
                                    

As my memory rests
But never forgets what I lost

Wake me up when September ends ~ Green Day


-Por aquí, por favor - Ophrant cuidaba la espalda de Lena junto a sus dos guardaespaldas. Aquellos que serían descendidos si la chica conseguía su cometido. Si no, volvería a vivir en las sombras hasta que todo se calmase mínimamente.

Selene se arrepentía de haber elegido los Jimmy Choo para realizar aquella excursión a una de las bases más importantes de HYDRA. No porque le hiciesen daño o se sintiese incómoda, pues cuando había aceptado que debía manejarse en tacones aprendió a pelear con ellos (aunque siguiese prefiriendo ir en planos); sino porque odiaba que se ensuciasen y aquel edificio subterráneo de cemento era de los sitios más sucios en los que había estado desde hacía meses. El olor a humedad, que normalmente le haría sentir cómoda, se mezclaba con el olor a putrefacción. Una aleación que llegaba a generar arcadas a la mujer.

-¿Qué veremos exactamente? - preguntó como si fuera tonta Selene. Después sonrió al hombre con calma. Aquel agente que se había presentado como Rumlow no parecía caer fácilmente en sus encantos. Por un momento se planteó si le atraían los hombres o si su corazón ya tenía dueño. Esperaba que simplemente fuese profesional, no quería tener que utilizar sus poderes. HYDRA era una organización casi tan peligrosa como la Yakuza y prefería no atraer más amenazas de muerte por un tiempo.

-Verá al soldado. Cómo conseguir que le haga caso - Selene asintió a la vez que Rumlow abría una gran verja azul. En el momento en el que entraron al ascensor el agente volvió a hablar - a partir de aquí solo puede bajar uno de sus acompañantes, señorita.

-Francisco, por favor - comentó con gracia. Ophrant asintió dejando a sus compañeros atrás. Sabían perfectamente que aquel hombre siempre era el elegido para las cosas más privadas e íntimas del negocio. Fuesen las circunstancias que fuesen. Era uno más de los caprichos de Selene, mover sus hilos para que Ophrant siempre pudiese estar con ella en aquellos momentos.

Cada segundo que él estaba con ella era un segundo ganado. Era volver a la Atlántida, donde ambos hablaban a escondidas de su familia. No por tener una relación amorosa (la cual había aflorado ya en la superficie), si no por tener una relación más allá de las estipuladas por los reyes. Su amistad y sus conversaciones habían sido su capricho desde siempre y, sin embargo, se habían convertido en algo importante para la mujer. Una amistad real, más allá de todas las que había mantenido por conveniencia en la corte.

Cuando llegaron abajo se quitó las gafas de sol. No quería perderse un solo detalle. Hasta ahora había la luz proveniente de las luces que alumbraban los bajos y las alcantarillas de Whasinghton. Ella odiaba la luz, debía ser porque estaba demasiado acostumbrada a que el agua hiciese de tamiz de la misma. En aquel momento en el que llegaban a la zona secreta de verdad de aquel complejo debía estar atenta. Cualquier fragmento de información sería útil.

Tras cinco minutos andando por lo que parecía la 10ª planta del subsuelo, llegaron a una habitación ovalada con un gran número de científicos. En el centro, un hombre con un brazo de metal sentado, mirando al suelo de manera perdida. Sus tacones resonaron lo suficiente para que el que estaba perdido la mirase. Su entrada había sido satisfactoria. Los científicos, los agentes y el propio soldado con los ojos fijos en ella.

-Usted debe ser Selena Parada- el que parecía el jefe de todos ellos se acercó a Ophrant y a ella, rodeado de todos sus agentes. Ofreció su mano a la chica en señal de saludo - yo soy Alexander Pierce.

-Encantada - la respuesta de ella fue aceptar su mano. En lugar de recibir un apretón el mandamás de HYDRA se acercó el dorso de la mano de la muchacha a los labios. Fue un roce, un simple formalismo que para ambos era innecesario y aun así llevaban a cabo.

La princesa de la Atlántida| Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora