Capítulo 2

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"Siempre fiel al Destino, 

seguiré mi camino

sin sospechar siquiera que

la jornada es larga."

Teófilo V. Méndez Ramos

Según iban pasando las semanas la relación de los tres atlántidos con los regentes y habitantes de Wakanda mejoraba. Aunque siempre había más de un problema debido a su color de piel y su color de sangre, poco a poco les habían aceptado. Más por las similitudes de sus reinos (ambos escondidos ante la sociedad) que por hospitalidad.

—¿Enserio crees que es la mejor opción? — Selene y Dheera pasaban unas cuantas horas al día con Shuri. Aprendían más sobre el mundo exterior y, además, conseguían aprender cosas que les podían ser útiles en un futuro allí. Aquella adolescente era un genio.

—Por supuesto, si tenéis el suficiente dinero pasaréis desapercibidas— respondió Shuri con calma mientras trabajaba en un prototipo para su hermano. Aquellos dos eran muy cercanos, Selene los envidiaba por ello — la otra opción es que seáis famosos y nadie pueda tocaros. Pero entonces correríais el riesgo de que os llueva. ¿Cómo funciona eso? ¿Cómo en H20?

—¿El qué? — preguntó como respuesta Dheera sin llegar a entender la mayoría de las cosas que decía la princesa.

—¡¿No habéis visto H20?! — la exclamación de la princesa wakandiana llamó la atención de ambas, que se echaron mínimamente hacia atrás no muy convencidas por aquella afirmación — Eso hay que arreglarlo ahora mismo.

Aquella misma tarde se reunieron en la habitación de la princesa para ver el primer capítulo de aquella famosa serie. En el momento en el que vieron el inicio ambas sirenas se miraron y negaron riendo. Aquello no era nada verídico.

—En realidad, no. No funciona así — negó Selene intentando añadir a su sonrisa un tono triste, a pesar de que su transformación era mucho más cómoda que aquella que revelaba la ficción — nosotras podemos elegir cuando transformarnos.

—¿Enserio? Eso es aún mejor — la curiosidad brillaba en los ojos de Shuri. Como cada día de los vividos en Wakanda. Las de la Atlántida admiraban y envidiaban la inteligencia y habilidad de su nueva amiga por partes iguales.

—Sí, pero te lo enseñaremos mañana. Hoy tenemos entrenamiento con tu hermano — la princesa de Wakanda bufó asintiendo de mala gana. Entendía que debían entrenar, al igual que ella lo hacía. Sin embargo, iban en un horario distinto pues a ella le gustaba entrenar con sus juguetes.

Cuando llegaron al campo de entrenamiento T'Challa les esperaba con una sonrisa. Les había dejado claro que no podrían faltar ningún día a aquellos entrenamientos hasta que le ganasen en una batalla cuerpo a cuerpo. Más bien, porque para la más poderosa de ellas era fácil ganar con el uso de su voz.

—Hoy es el día que pierdes, T'Challa— el príncipe alzó una ceja antes de hacer sonar sus nudillos.

—Habrá que verlo. Aunque eso solo te permitirá faltar a ti— Selene se giró para mirar a Dheera. Sabía que a ella le atraía el príncipe al igual que veía las miradas del príncipe hacia su amiga. A pesar de no haber amor (probablemente nunca se daría), la atracción existía.

Sin dejar que respondiese, Selene se lanzó a atacar. El hombre evitó su primer golpe para después tratar de atacar el punto que había dejado de defender. Ella lo evitó con una pirueta. Esperó a que él atacase dándose cuenta de que no le gustaba mucho ser el primero en dar un paso en una pelea. Cuando él llevaba un rato atacando y estuvo más cansado, actuó. A los cinco minutos, tras muchos golpes en el abdomen consiguió que él se agachase lo suficiente para poder tirarle al suelo. Antes de que él pudiese recuperarse le inmovilizó. Estaban extremadamente juntos.

La princesa de la Atlántida| Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora