c u a t r o

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Y como era de esperarse, terminé adentrándome en pasillos de los que no tenía ni la más pálida idea de cómo salir.

Estaba claro que me iba a meter en problemas.

Un guardia estaba en el extremo opuesto al que yo me encontraba, y tenía su mirada fija en mi. Me intimidaba más de lo que debería.

—Señorita...— El mismo elevó su tono de voz para que lo oiga en la distancia, pero justo en ese instante, una puerta se abrió.

Como si lo estuviese llamando, el rizado que había conocido unos días atrás, salió por una de las puertas en frente de mi.

Pero parecía otra persona.

Vestía ropa totalmente distinta, y no jeans con alguna camiseta. Su expresión era extraña y su mirada cambió al verme, como si quisiera advertirme algo. Oh no, no más advertencias.

A su derecha estaba una señora de unos cincuenta años y al otro lado, un custodio con cabello rubio y un poco más alto que él.

El ambiente era algo tenso, y la verdad es que no entendía del todo que era lo que estaba pasando.

Me acerqué con pasos dudosos, pero al final terminé soltándome un poco más.

—José, al fin te encuentro— Me acerqué para saludarlo como solía hacerlo y sin dejar salir una palabra de su boca, su mano evitó que lo hiciera, apartando nuestros cuerpos con su ceño fruncido y sus ojos más oscuros que nunca.

Eso si que era raro.

Cruzó un par de miradas con el hombre a su lado, pero sus ojos no volvieron a conectar con los míos.

—Señorita— Ahg, eso ya me estaba cansando. —Va a tener que acompañarme— Expresó el guardia con una mirada totalmente seria.

¿Qué estaba pasando?

Y tomó mis hombros, girando mi cuerpo y abandonado el lugar, dejando atrás al príncipe.

Íbamos en dirección a otro pasillo, luego a otro y mi curiosidad tuvo que romper el silencio.

—No entiendo nada— Bufé. —¿Qué es todo esto?— El hombre me soltó y esbozó una sonrisa que ni siquiera pudo sostener.
—Pilar, ¿No es así?— Comenzó a hablar y yo asentí.
—Espera, ¿Cómo es que sabes mi nombre?— Lo mire extrañada.
—Soy el guardia personal del príncipe— Explicó.
—Eso no responde mi pregunta— Demandé y él rió.
—Bueno, eso va a tener que esperar— Su expresión se neutralizó otra vez, con un dejo de seriedad en ella. —Lo que acabas de hacer está totalmente prohibido— Abrí mis ojos con sorpresa.

Esto de la realeza es más complicado de lo que pensé.

—¿Pero que hice?— Llegamos a un lugar que supuse si estaba permitido y nos detuvimos.
—No entiendo como nadie te explicó las reglas aquí, pero el príncipe estaba...— Se detuvo y parecía estar buscando las palabras correctas. —Él estaba resolviendo asuntos importantes— Explicó, pero no sonó demasiado convincente.
—Está bien, entiendo que no puedas contarme, pero, ¿Es tan malo?— Mis ojos demostraban preocupación, estaba segura.
—Olvídalo, solo no lo hagas la próxima vez— Le resto importancia y de verdad estaba demasiado desconcertada.

Antes de que más mil dudas salgan disparadas de mi boca como balas, Adam se hizo presente en la habitación en la que estábamos, y supuse que era algún lugar que pertenecía a ellos.

—No me digas, ya metiste la pata— Rodó los ojos al verme y se acercó a nosotros. Aunque su actitud demostraba un poco de enojo, estaba más relajado de lo que creí. —¿Donde estabas?— Me preguntó.
—Pasillo 4– Le contestó su compañero. Me estaban excluyendo de la conversación sin ningún tipo de descaro.
Tuve que habérmelo imaginado—  Maldijo en voz baja y yo me crucé de brazos. —Ven conmigo— Por fin dejó de ignorar mi presencia.  —Creo que nos vamos a ver pronto, Luke— Saludo al guardia, y yo también agité mi mano en forma de despedida.

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