Capítulo 3: Jay Perkins

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14 de julio de 1854

Desde que se cruzaron, allá por el 1852, los rebeldes Arthur y Matthew no pararon de disfrutar de la vida, robando a los ricos, bebiendo en los salones, escapando de la policía... Dos años más tarde, en pleno verano del 1854, corrían por el desierto de Colorado con dos veloces caballos que adiestraron meses atrás.

Arthur se fijaba en una gran columna de humo que salía a lo lejos, tras unos acantilados.

-Mat, mira, algo grande debe de estar quemándose allí-dijo el pequeño Arthur deteniendo su caballo.

-Demasiado humo. Debe de ser alguna diligencia, o algún tren-le respondió Matthew observando lo que Arthur miraba.

En seguida, los dos rebeldes pensaron en la misma cosa: robar lo que se estaba quemando. Agitaron las riendas de los caballos y empezaron con una carrera a caballo que no paró hasta varios kilómetros, donde vieron lo que ocurría. Era un pueblo. Un pueblo fantasma mejor dicho. Lo único que se veía en movimiento era el polvo entre las vacías calles y algún perro sarnoso que olisqueaba por  allí. En un cartel tirado en suelo se leía "Elizabeth". 

Los dos jinetes empezaron a andar lentamente adentrando en el pueblo, hasta que vieron de dónde salía tanto humo. En la plaza, que estaba rodeada por el salón, la comisaría y la única tienda del pueblo, se encontraba una gran hoguera que alzaba el fuego hasta el cielo, creando una columna negra que era imposible no verlo. De repente un anciano salió del salón.

-¿Qué está pasando aquí, anciano?-le preguntó Matthew desde lejos.

El anciano, al escucharlo, le miró y le señaló.

-Corred insensatos, antes de que os infectéis vosotros también. ¡El cólera ha llegado a Elizabeth!-gritó el viejo.

-¿Qué es la cólera?-le pregunto Arthur a su amigo.

-Es una enfermedad que está matando a toda America. Pero yo no me lo creo.

El pequeño Berrycloth bajó del caballo y se dirigió al salón, dónde parecía que había gente. Arthur, preocupado, siguió a su mejor amigo a pie, observando a detalle el pueblo desértico. Matthew abrió con seguridad las dos puertas de madera que se abrían a ambos lados, y entraron al salón. Varias personas se encontraban dentro, todos con apariencia de enfermos y pobres, entre ellos el cantinero, que pasaba el rato sirviendo copas de whisky a los pocos pueblerinos que quedaban en Elizabeth. Todos, al ver a los dos jóvenes, dejaron lo que estaban haciendo y se quedaron perplejos al ver esa presencia.

-Dos de whisky, jefe-dijo Matthew sentándose en la mesa de madera que se encontraba en una de las esquinas.

-¿Tienes para pagarlo?-le preguntó el cantinero groseramente. 

-Te podría comprar el local, viejo-respondió el joven con orgullo.

-No son buenos tiempos para andar por la zona, además vosotros, dos jóvenes desamparados. Aquí estamos todos infectados del puto cólera, y nuestros días están contados. Ese que ves allí, sentado en aquella mesa, lleva ya cuatro días muerto. Nadie se atreve a tocarlo-dijo un viejo con barba y sin dientes que estaba apoyado en la barra, jugando con su oxidada navaja.

Arthur miró a su amigo preocupado.

-Matthew deberíamos irnos. Esa enfermedad me da mala espina. Yo creo que si..

-¿Y no hay ningún puto médico en este asqueroso pueblo?-gritó Matthew cortando la conversación.

-El Dr. Perkins está haciendo lo que puede y más, gilipollas. Cuidado con lo que dices-dijo malhumorado uno de los clientes.

Blood & OakTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang