Capítulo 2: Blanco como la nieve

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21 de octubre de 1889

Nunca le gustó la nieve a Matthew Berrycloth. Siempre decía que el frío era el peor enemigo en la guerra. El mayor peligro en el sigilo, y en la locura del combate. Y ahora, con una herida profunda en el costado travesando un riñón, el líder de la banda temía lo peor. Sabía perfectamente que no todos volverían después de lo de San Francisco, y más de una vez aseguró en su mente que nadie volvería.

Arthur, que iba primero, detuvo el paso de su caballo y miró a sus compañeros.

-Tendríamos que parar, está anocheciendo y hay mucha nieve en el camino-informó el cowboy.

-No sé si es seguro Arthur. Ya sabes dónde estamos, esto está repleto de saqueadores...y de agentes de policía...-le respondió John desconfiado.

Los dos vaqueros miraron a su líder, Matthew, que se encontraba subido al caballo y blanco como la nieve. Entonces, decidieron bajarse de sus caballos, ayudar a bajar a Matthew y buscar andando sobre la nieve un buen lugar donde esconderse y pasar la noche. En una explanada, repleto de nieve, encendieron una hoguera y montaron dos tiendas, después de limpiarle la herida al líder de la banda de Berrycloth, y ponerle un nuevo trapo atado para presionar la herida.

-Vosotros id a descansar, yo me quedaré aquí vigilando, no me gustan estos sitios-dijo Arthur mientras se encendía un cigarro.

Así, John ayudó a Matthew a acostarse, y después, entró en su tienda. Arthur se acomodó en el suelo y empezó a calentar un trozo de carne de ciervo en el fuego. De mientras, mirando las rojas llamas que crecían hasta el cielo, recordó el momento en que conoció a Matthew.

En 1852 un pequeño Arthur Monroe salió de su casa de Dakota Del Sur como cada día a recoger el agua del pozo. Vivía en un pequeño pueblo, junto a su padre, su madre, y su hermano mayor. A sus doce años, cargaba con dos barriles llenos de agua, y los llevaba a través de todo el pueblo, hasta llegar a su pequeña casa. Mientras caminaba, escuchó unos disparos que provenían de la zona dónde su casa estaba, y asustado, dejó los barriles en el suelo y corrió aquella dirección. Al llegar a su aislada casa, descubrió que estaba ardiendo. Arthur, se quedó minutos viendo las llamas de fuego subiendo hasta el cielo, sin poder creerlo. Pero de nuevo dos disparos, esta vez mucho más cerca. Giró su pequeña cabeza hacia la derecha y vio lo peor. Los cuerpos de sus padres y su hermano yacían tirados en el suelo, con varios tiros por el cuerpo. La sangre abrió camino y llegó hasta las botas de Arthur, que se encontraba de pie sin habla, blanco como la nieve, y sin pensarlo, empezó a andar, dirigiéndose a su casa en llamas, con idea de entrar y tirar su vida por la borda. Cuando el calor le golpeaba la cara, a pocos pasos del fuego, una mano agarró el brazo de Arthur.

-Deja de pensar eso que estás pensando-dijo un joven adolescente-ven conmigo.

-¿Qué ha pasado? ¿Por qué han matado a mis padres?-le preguntaba sin parar al chaval.

-No he visto nada, pero supongo lo que ha pasado. Saqueadores. Me llamo Matthew Berrycloth.

Entonces, el ruido de una rama devolvió a Arthur de su sueño, de su recuerdo mejor dicho. En seguida, se levantó del suelo y sacó su revolver. Quieto y sigiloso, empezó a observar sus proximidades, y vio que estaba rodeado de nieve. Nada más que nieve. Bajo la pistola y sacó un cigarrillo del bolsillo derecho, y con un antiguo encendedor hizo que se encendiese. Al retomar su mirada, a los lejos vio entre la niebla un jinete acercándose lentamente con una luz colgando de la silla. Sin parar de mirarlo, sacó de nuevo su revolver y apuntó a la silueta, que se acercaba desde la lejanía.

-¿Quién anda allí?-preguntó en alto-¡Quédese quieto!

La silueta del jinete seguía acercándose, sin cambiar de ritmo y sin decir una palabra.

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