Borja se sentó de modo que quedó frente a Raúl. Sonrió sin mostrar sus dientes, con sus ojos llenos de brillo.

Desde lo ocurrido, Auron era el único que hacía que el brillo en su mirada estuviera presente.

Y así, arrodillado frente al castaño, Raúl hizo un cómico gesto y se sacó el ramo de flores de la espalda, entregándoselo a Borja, que lo tomó sorprendido.

En el ramo había flores de todos los tipos y de todos los colores. Había rosas, amapolas, tulipanes, claveles, girasoles, gardenias y muchas más flores, en casi todos los colores posibles.

Luzu cogió el ramo y se lo llevó a la nariz para aspirar el dulce aroma de las diferentes flores. Después, se detuvo unos segundos para observar con detenimiento cada una de ellas.

—No sabía cuál te gustaría más, así que te compré una de cada tipo —dijo Auron, sonriendo.

Y en verdad se había gastado mucho dinero en aquel regalo, pero no le importaba. Cualquier cosa le parecía insuficiente cuando se trataba de Luzu.

—Muchísimas gracias, Auroncito. No hacía falta.

El moreno asintió.

—Claro que sí, y no tienes nada que agradecer. Haría cualquier cosa por ti —se sinceró.

El mayor dejó el ramo de flores a un lado y se acercó al otro para darle un abrazo. Le gustaba más agradecer las cosas con acciones que con palabras.

Los abrazos que se daban era lo más importante para los dos chicos. En el mes que llevaban desde que se conocieron, era algo que se daban cada uno de los días.

Se habían acostumbrado a contarse todo lo que les sucedía (aunque lo de Luzu no fuera mucho, ya que apenas salía de aquella habitación), y si era malo se consolaban con un abrazo.

Podría parecer algo pequeño, pero para ellos era algo muy satisfactorio, que los llenaba. Porque ambos se sentían seguros en los brazos del otro.

Los chicos estuvieron unas horas hablando sobre cualquier tema. Aunque para otros pareciese aburrido, para ellos todo lo que el otro contase era lo más interesante del mundo, aunque fuera la lista de la compra.

Hacia mediodía, el doctor y Lana entraron en la habitación, por una vez pidiendo permiso para hacerlo.

Luzu tomó la mano de Auron al ver al doctor, pero sonrió al ver a la oficial rubia. Se habían hecho amigos en aquellas visitas que, de vez en cuando, la chica le hacía.

El doctor se acercó al castaño, con su vista en aquella libreta que siempre llevaba encima.

—Borja Luzuriaga —dijo—. Como supongo que sabrás, hoy se cumple justo un mes desde que ingresaste en este hospital —el chico asintió—. Bien. Pues, después de los análisis que te hemos hecho los últimos días, hemos determinado que ya puedes salir de aquí.

Luzu arqueó las cejas e hizo una mueca de sorpresa. Trató de no sentir miedo por aquel hombre —cosa que ya no era tan habitual, y menos con su mano aferrándose a la del moreno—, y habló:

—¿C- cómo? ¿Ya estoy bien? —preguntó, en un tono más bajo del que le gustaría.

El doctor esbozó una pequeña sonrisa y asintió.

—Sí. Te has recuperado exitosamente de la agresión. No ha surgido ningún problema secundario, así que ya puedes irte a tu casa —explicó.

Al oír las últimas dos palabras, la tristeza se apoderó de Luzu. Auron lo notó y se acercó a él, rodeando sus hombros con sus brazos.

El más alto aceptó el abrazo y cerró los ojos, tratando de calmarse y sintiendo el cálido cuerpo del moreno junto al suyo.

—Borja no puede irse a su casa, estamos investigando en ella, y además no está en condiciones adecuadas para que nadie vaya a vivir a ella —le dijo Lana al hombre.

El asintió, recordando lo sucedido, y bajó la mirada a su cuaderno, luciendo pensativo.

—¿Y con un familiar? —le preguntó al chico.

Él negó con la cabeza, suspirando. Aquello, evidentemente, le dolía más que el hecho de que su casa estuviese en aquel estado.

—No tengo familiares viviendo en Barcelona. Mis padres prácticamente me echaron de casa cuando tenía dieciocho, haciéndolo ver como si yo hubiese querido irme. Vendieron el piso y se fueron a vivir a Bilbao, lugar en el que nací —habló, reprimiendo el nudo en su garganta.

Raúl lo acercó más a él, abrazándolo con fuerza. Recordaba que el castaño había llorado la primera vez que le había contado aquella historia, y veía que aquello estaba por repetirse.

El doctor pensó otra solución. Él trataba de ayudar, pero lo único que hacía era empeorar la herida, hacerle más daño al chico, si es que es que eso era posible.

Viendo que el hombre iba a volver a hablar y para que no metiera la pata de nuevo, Auron decidió intervenir.

—Puede venirse a vivir conmigo temporalmente —sugirió—. Mi casa no es demasiado grande, pero tiene dos habitaciones.

Auron sugirió aquello porque amaba al chico, y sería mucho más fácil cuidarle si compartían techo que si estaba en una habitación de hospital lejos de su casa.

Los dos profesionales se miraron por unos momentos, pensando lo que el moreno había ofrecido. Luego miraron a Luzu, que había comenzado a sonreír de nuevo.

Lana dio un paso hacia delante.

—¿Eso te parece bien, Luzu?

El nombrado miró a su amigo, que le sonreía, y le devolvió la sonrisa. Se apresuró en asentir, antes de que el moreno pudiera arrepentirse o cambiar de opinión.

—Me parece perfecto —respondió.

♡🌙

—De verdad, muchas gracias por dejar que me quede en tu casa, Auron —repitió por tercera vez el castaño.

El moreno sacó un llavero del bolsillo trasero de sus pantalones y, tras buscar la llave adecuada, abrió la puerta de su piso.

Volvió a guardarse las llaves en el bolsillo y se colocó a un lado para que el mayor pudiera pasar.

—No tienes nada que agradecer, Luzu. Haría todo por ti, te lo digo en serio —entró al lugar.

Pasó la siguiente media hora enseñándole la casa a Borja y respondiendo todas sus preguntas, que no eran pocas.

Luzu quería saber cada pequeña cosa para saber qué hacer y no fastidiarle nada a Raúl, porque suficiente fastidio sería ya que él fuera a vivir con él estando acostumbrado a vivir solo.

Cuando acabaron ese pequeño tour por la casa y Auron le enseñó a Luzu la habitación en la que iba a dormir, que estaba al lado de la suya, los chicos fueron a la cocina para comer, ya que era bastante tarde.

—¿Qué te apetece comer? —preguntó.

El castaño se encogió de hombros, sentándose en una silla.

—No sé, me da igual. Cualquier cosa me sirve —dijo, sonriendo.

Auron asintió. Agradecía que no le hubiese pedido nada complicado porque no tenía ganas de cocinar.

Los dos tenían hambre y no querían comer nada en concreto, por lo que el menor sacó pan, queso y zumitos y decidió que comerían unos sándwiches.

Durante la comida, Luzu le repitió su agradecimiento, añadiendo que estaba muy feliz de que fueran a vivir juntos. Auron le dijo que estaba feliz de tenerle a su lado, y le besó en la mejilla.

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⏰ Última actualización: Apr 03, 2020 ⏰

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