46. ➳ Aaron Holly ♡

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"Permitidme que diga, aun a riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario se guía por grandes sentimientos de amor"-Ernesto Guevara

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"Permitidme que diga, aun a riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario se guía por grandes sentimientos de amor"
-Ernesto Guevara

***

Samantha tenía diez años y el vestido de baño del color de las cerezas la hacía lucir incluso más infantil, más tierna. El día era tan soleado que la madre de Sam había preferido mantenerse al resguardo del calor bajo una gran sombrilla, pero Sam, Elliot y su padre preferían la refrescante piscina.

—¡Lánzala! —gritó Sam a su hermano, refiriéndose a la pelota de plástico con la que jugaban.

Alfonso les sonrió a sus hijos y vió como el mayor lanzaba la pelota, esta cayó un poco más allá del límite de Sam pero ella, emocionada, saltó a tomarla. El agua pronto la cubrió completamente y ella empezó a patalear, aunque solo por un par de segundos pues su padre estaba a solo un dos metros y fue a socorrerla rápidamente. Sam tosió un par de veces.

—Tragaste agua —le dijo su padre en tono burlón.

—No te rías.

—Debes aprender a nadar pronto... —Su padre le puso ambas manos bajo los brazos y luego la levantó hasta que solo sus rodillas estuvieron bajo el agua. Alfonso reía, Sam tenía una tonalidad de miedo divertido en su mirada—. ¡O no te salvarás cuando te haga así! —Le dio un impulso hacia arriba y la soltó en el aire, Sam profirió un grito alegre y cayó de nuevo al agua. Su padre la sacó una vez más.

—¡Otra vez! —exigió Sam, enrollando sus brazos en el cuello de su padre mientras tomaba todo el aliento.

—¡Yo también! —gritó Elliot, que llegó al lado de ellos.

Alfonso no se hizo del rogar y empezó a lanzarlos uno a uno para que cayeran de sopetón al agua, a solo centímetros de él. Lo hizo por unas cuatro veces a cada uno hasta que sus brazos dijeron basta.

—Me rindo —exclamó—. Ya están muy grandes y pesan un montón.

—¡Alfonso! —llamó Nora desde la sombrilla, a unos metros afuera de la piscina. Los tres giraron a mirar—. Ya llegó el almuerzo, salgan.

Sobre la mesa que rodeaba la sombrilla habían cuatro platos servidos y una Nora muy sonriente mientras sus dos hijos y su esposo salían del agua. Alfonso fue el primero en sentarse, tomó la toalla grande, se secó la cara, luego la abrió para que Samantha se acercara, ella lo hizo y su padre la secó con fervientes movimientos que le hicieron cosquillas. Ambos rieron animados, Sam se quedó con la toalla para que, pese al sol, el viento no le hiciera pasar frío y luego se sentaron a comer.

De la sonrisa de Sam nació una luz rosada, luego se congeló la imagen y volvió a comenzar el recuerdo. Jacobo se alejó de la ventanilla.

El cupido tenía unos puntos brillantes en los ojos por haber presenciado un momento en el que, al parecer, la relación de Sam y su padre no fue mala. Era un paseo, por lo que pudo ver, uno en el que todos se divertían y que Sam guardaba con cariñoso tono. Jacobo lamentó no poder saber con exactitud qué había hecho cambiar esa relación de una niña con su padre a lo que era hoy en día.

Una flecha de Cupido •TERMINADA•Where stories live. Discover now