Capítulo 7: ¿La primera?

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—¿Estás casada? —preguntó.

—¿Por qué lo preguntas? —Jade arqueó una ceja con sorpresa.

—¿Eso es un sí o un no?—

—Soy soltera.— Aunque Perrie notó que empezaba a írsele la cabeza, evitó la trampa que la rubia le había tendido en el tablero y esbozó una sonrisa victoriosa.

—Eres buena —concedió Jade, divertida por la idea de que quizá también ella había tenido la intención de que fuera una partida rápida—. Es empate. ¿Verdad o mentira?—

—Verdad.—

La descarada y desafiante sonrisa de Jade hizo surgir a la cavernícola que llevaba dentro. Se inclinó hacia ella, metió la mano entre los mechones rubios y alzó su rostro para luego entreabrir los deliciosos labios rosados y hacer el amor con su boca.

Ese súbito arrebato devastó a Perrie. El deseo recorrió su cuerpo como una serie de explosiones de sensación. La besaba con un erotismo que la embrujaba. Cuando la atrajo hacia ella, la rodeó con los brazos para equilibrarse, se sentía mareada. Tal vez fuera culpa del alcohol, pero ella decidió acallar esa sospecha y no sucumbir a su necesidad de jugar a lo seguro. La excitación le quitaba el aliento y tenía el corazón desbocado. Por primera vez, que ella recordara, se sentía joven, viva y carente de temor.

—No puedo quitarte las manos de encima —le dijo Jade.

—Estábamos jugando al ajedrez —le recordó Perrie con un suspiro.

—Prefiero jugar contigo, delizia mia.—

Eso fue demasiado atrevido para ella. Sus mejillas se acaloraron y su confusión resultó patente. La empresaria recorrió su exquisito rostro con ojos ardientes y soltó una risotada irónica. Volvió a inclinar la castaña cabeza. La invasión de su lengua fue deliciosamente sensual y ella se apretó contra el duro cuerpo sin poder evitarlo. De repente sintió algo que la hizo ponerse alerta y no saber muy bien lo que estaba ocurriendo, la dura e íntima prueba de su excitación clavarse en su bajo vientre y se estremeció. Es que acaso Jade tenía... No, no podía ser, quería apartarse sin embargo hizo justo lo contrario la agarró de sus acerados y duros hombros. Se sentía atrapada por ella, debería seguir adelante ignorando aquel sorprendente hecho o descubrir qué era lo que pasaba. Haría lo primero, sentía un nudo de deseo aflojarse y distenderse en su pelvis, llenándola de anhelo e impaciencia. Sus dedos se enredaban en el cabello castaño y disfrutaban de su sedosa textura y el olor de su piel ejercía en ella un efecto afrodisíaco.

Jade había planeado terminar la partida antes de ir a más y había cumplido su plan. Siempre lo planificaba todo. Pero el deseo era puro fuego en su sangre y esa intensidad era nueva para ella. El esbelto cuerpo se acoplaba al suyo como si hubiera nacido para eso. Era como sentir la influencia de una droga y quería más, la quería entera. La recostó en el sofá y se quitó el pequeño blaizer que antes de Perrie le proporcionaba calor.

El breve momento de separación llevó a Perrie a preguntarse qué estaba haciendo. Aunque tenía la mente nublada, se dijo que debía levantarse. Con el cabello desparramado sobre el sofá, puro esplendor bruñido, la miró, con ojos velados de pasión e incertidumbre y labios enrojecidos por la pasión. Jade eligió ese momento para sonreírle.

—Eres deslumbrante —y su sonrisa tenía tanta fuerza carismática que ella sintió que el corazón le botaba en el pecho como una pelota de goma.

Jade posó la boca en la vena azulada que latía alocadamente en la base de su cuello y Perrie gimió. Su cuerpo ronroneaba como un motor y no sabía cómo soportar la tensión. La morena encontró la piel desnuda bajo la camiseta y cerró la mano sobre un pequeño y dulce montículo. Perrie se quedó rígida un instante, había olvidado que no llevaba sujetador y la caricia la pilló por sorpresa. Jade alzó la tela color turquesa y expuso los senos perfectos a su escrutinio.

—Deliciosos —anunció con satisfacción, capturando un pezón rosado entre dedo y pulgar y apretándolo hasta obtener un gemido de placer. Utilizó la lengua para humedecer el tenso botón e iniciar un lento proceso de tortura sensual. Las caderas de Perrie empezaron a agitarse y alzarse, sus muslos se tensaron con una sensación de vacío interior. Jadeaba mientras ella excitaba sus pezones hasta sensibilizarlos al máximo.

Las reacciones se sucedían una tras otra, demasiado rápidamente. Se sentía dominada por un frenesí sensual insoportable. Jade se apartó para quitarle los pantalones. Ella recuperó la conciencia un instante y parpadeó con vaga sorpresa al ver sus piernas desnudas. Su cuerpo se estremecía con temblores de deseo. Se encontró con los llameantes ojos marrones y todo pensamiento se borró de su mente.

—Jade —susurró, perdida de nuevo.

Ella enredó los dedos en la cascada de cabello y la besó con pasión devoradora. Ella se molestó cuando sintió un tirón en el pelo y gimió con dolor.

—No te muevas. Tu pelo se ha enganchado —gruñó Jade, desabrochándose el reloj de pulsera. Desenredó el cabello y dejó el reloj a un lado.

Perrie luchó con los botones de su vestido hasta que la castaña apartó sus manos y se ocupó del tema.

—Necesitas práctica —dijo—. Te proporcionaré cuanta necesites, delizia mia.

El contorno musculoso e impecable de su torso bajo las manos le pareció increíble. Deseó explorar más, pero ella la aplastó contra el sofá para atrapar su boca de nuevo. En ese mismo instante, su mano descubrió el centro húmedo, hinchado y más íntimo de su cuerpo, y ella perdió toda opción de resistirse. Nunca antes la habían tocado ahí, y ni había soñado que fuera un punto tan sensible. Pero la destreza erótica de ella se lo demostró. La exquisita sensación la sumergió en un placer incoherente que la llevó a estremecerse, gemir y debatirse.

Jade nunca se había sentido tan excitada por alguien. Ya no pensaba en quién podía ser. Su respuesta descontrolada y pasional había derrumbado sus defensas como una carga de dinamita. Y una vez desatada su pasión sensual, no tenía más remedio que pasar a la acción. Se situó sobre ella con un ágil y fluido movimiento. La castaña tembló al sentir la presión en ese lugar tierno e íntimo. Sus ojos se ensancharon y se tensó inquieta en el mismo momento en que Jade sin apremio la penetraba con un gruñido de satisfacción. No estaba preparada para el agudo dolor que hizo que un grito escapara de sus labios.

Jade frunció las cejas y escrutó su rostro.

—Cielo santo... ¿soy la primera?—


Maratón porque no sé cuando vuelva a actualizar.

De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓Where stories live. Discover now