¿Cómo podía alguien escribir así?
¿Cómo lograba aquel autor o autora hacer que el corazón de la japonesa latiera de tal manera?
¿Quién rayos era?
Demasiadas dudas, demasiadas preguntas, demasiados sentimientos encontrados que crecían conforme entrab...
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Mina.
— ¿Qué decía el escrito? ¿Otra vez hizo un poema?
— Sí, como siempre-. Respondí levantando mis pómulos.— Bueno, en resumen explicaba sobre el tipo de ritmo que su corazón tiene en distintas ocasiones. Mi parte favorita es cuando menciona a una persona, la cual según el poema, dice que hace que su ritmo cardíaco sea mayor al que su persona está acostumbrada.
— Mmh, interesante.
— Sí, demasiado interesante-. Solté.
Luego de beber un poco de mi jugo, carraspeé para verla. — ¿Tú quiénes crees que sean los escritores anónimos, Chaeyoung?
— ¿E-eh?, no lo sé, uh...-. Su voz estando trabada de la nada me resultó extraña, a lo que examiné sus siguientes acciones; movía su cabeza en varias direcciones, rascaba su nuca con su zurda y con los dedos de su diestra daba golpes hacia la mesa.— Pueden estar en toda la preparatoria, sabes. ¿Cómo puedes estar segura de-. No terminó de decir aquella oración, a lo cual fruncí el ceño.— Digo, uhm... Olvida eso.
— ¿Qué ibas a decir?-. Cuestioné buscando su mirada, sin embargo la evadía.
— Nada, nada.
— Ibas a decir algo, Chaeyoung-. Afirmé atenta a sus acciones aún más que antes.
— N-no. Iba a decir algo fuera de lugar, pero no era nada, ¿bien?
Me dejaba las cosas difíciles, vaya que lo hacía.
A tiempos desesperados, medidas desesperadas, ¿no es así?
Entrecerré mis ojos y me acerqué aún mas hacia ella, con mi mano derecha hice que su rostro se voltease hacia mí, para poder encararla.— ¿Qué tanto ocultas, Son?
— Nada-. Aquella palabra sonó más como una pregunta que una respuesta, por lo que levanté mis cejas a la vez que remojaba mis labios.
Su rostro se decoloró un poco, a lo que reí dentro de mí. Sin embargo, no se lo comenté.
— ¿Segura? Mentir es malo-. Solté en un tono de voz bajo, en el cual solo ella me podía escuchar.
— Minari, por favor, dejemos esto de lado-. Susurró achicando ligeramente sus ojos en señal de súplica, por lo que la solté finalmente.— Mejor déjame hablarte de lo que he pensado sobre la apuesta que ganamos ambas.
— Pero en realidad la ganaste tú.
— Sí, eso lo sé. Pero ya sabes, no puedo dejar que pierdas.
— Ajá.
— ¿Acaso dudas del cariño que tengo por ti?
— ¡Finalmente es viernes!
Dejé de verla en cuanto Momo llegó prácticamente gritando aquello a los cuatro vientos, junto a una Tzuyu claramente avergonzada de la mayor.
— Hirai Momo, ¿por qué tan feliz?-. La menor de estatura preguntó divertida a la vez que tomaban asiento.