Capítulo Dos

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Dos meses atrás

—¡Maldición! —exclamé cuando sentí un empujón y mi cerveza cayó al piso. Ahora solo tenía el vaso vacío en la mano y mis zapatillas bañadas en alcohol.

—¿eres estúpido o te pagan? —preguntó Rox al causante de mi desgracia. El chico se fue sin decir una palabra.

Rox. Roxanne, mi adorada prima. Nótese el sarcasmo, porque de adorable no tiene nada. Aún así la quiero. Muy en el fondo.

—y tú, ¿eres estúpida o te pagan? —me preguntó esta vez a mí.

—¡cállate, idiota! —exclamé poco menos tirando el vaso a la barra, frustrada. Nos encontrábamos en una discoteca que quedaba cerca de mi casa, a quince minutos de caminata. —¡no ves que estoy nerviosa! —grité sobre la música que envolvía el ambiente.

La oscuridad del lugar cubierta con las coloridas luces moviéndose en distintas direcciones no me permitía pensar bien. Ni hablar de lo fuerte que estaba la música y mejor no mencionar que había perdido la cuenta de cuanto alcohol tenía en mi cuerpo.

—sí, claro. Solo a tí se te ocurre conseguir citas por internet, penosa. —dijo bebiendo de un trago el líquido del vaso que tenía en la mano.

Oh, definitivamente iba a matarla, lo haría. Ya me estaba sacando de mis casillas.

—¡no consigo citas por Internet, imbécil! —solté en mi defensa —solo quería hablar con alguien. —me defendí comenzando a hipar.

—oh si, eso tiene un nombre... penosa. —sonrió sarcásticamente y luego se dirigió al barman para pedir otro trago.

Ignoré su comentario y caminé a pasos apresurados hasta la pista de baile. Roxy se limitó a bailar a mi lado y cerrar la boca todo el resto de la noche. Lo cual agradecí, en serio.

Comencé a bailar al ritmo de la música queriendo olvidar todos mis problemas y mis inseguridades. Solo me dejé llevar.

Una vez afuera de mi casa, me quité las zapatillas y las arrojé violentamente en el patio. Apestaban a cerveza. Realmente no sé qué me pasaba, pero estaba molesta. Yo no suelo ser así. Soy torpe, pero no tan torpe.

Esta bien, si soy muy torpe. Pero no me sentía molesta por el hecho de perder el preciado líquido derramado en mis zapatillas, me sentía molesta porque no podía controlar lo que sentía. Y los nervios me estaban matando.

Mi prima llevaba una semana alojándose conmigo. No tenía un motivo en específico, solo nos gustaba pasar tiempo juntas aunque fuéramos unas estúpidas la mayoría del tiempo.

No podía dejar de pensar en la situación en la que estaba metida. De verdad, no quería una cita, o bueno quizás sí, pero no. Solo quería conocer a alguien en internet para hablar un rato. Todo estaba bien hasta que las cosas se salieron de control y la conversación comenzó a tomar otro rumbo.

Es que joder, Matthew. ¡Matthew! ¿Acaso no es un nombre llamativo? maldición, no sé. Solo se que hablamos hasta la madrugada, ¡era una conversación inocente! Solo era una conversación de una noche y por internet. Nada más que eso.

Ahora que lo pienso, ¿en qué mierda estaba pensando cuando activé la ubicación? si soy demasiado estúpida después de todo.

A pasos lentos subí la escalera hasta mi habitación. Una vez allí me acerqué a mi teléfono que descansaba en la mesita de noche. Realmente no había querido usarlo desde que leí aquel mensaje.

Tomé el teléfono en mis manos y estaba dispuesta encenderlo.

—¡lex!, ¿Dónde están todos? —escuché en un grito de parte de Rox.

Aaron Beckett ©| Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora