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La suave música de vals inunda la enorme sala del castillo. Las pequeñas manos de la recién coronada reina de Asgard rodean el cuello de su actual esposo, demostrando una gran sonrisa en su cálido rostro. Acción, que es correspondida en segundos por el Dios del trueno.
—Se ve hermosa, my lady— confiesa el joven, tras colocar su frente junto la de la castaña.
—Deja de intentar hacerme sonrojar, Thor— responde Sam con rapidez, sin dejar de observar aquellos orbes azules.
El Dios del trueno sonríe y besa con dulzura los carnosos labios de su amada esposa. Encantado de volver a sentir aquella calidez de nuevo.
—Me encanta cortejarte, pequeña.
La sonrisa del rostro de la joven se ensancha. Encantada de las palabras de el joven rubio.
—Usted sabe como cortejar a una dama, sin lugar a dudas.— responde la joven, siguiendo los pasos al son de la música. — Pero, ¿Sus intenciones son buenas?— pregunta con picardía.
—Creo que tú, mejor que nadie, sabrás cuáles son mis intenciones— susurra el Dios bien cerca del oído derecho de la joven— Ahora mismo, solo un pensamiento me viene por la mente.
—¿Y cuál es ese pensamiento, si puede saberse?
Thor sonríe, a pesar de su esposa no poder observarle.
—¿Acaso mi reina, no sabe qué es lo que deseo?
—Si me está ofreciendo una propuesta, tendré que aceptar— responde la joven— Pero con una simple condición.
—¿Y esa cuál sería?— pregunta Thor con curiosidad.
—Que decidas cumplirla en estos precisos momentos— susurra la reina, tras dejar un pequeño beso en el cuello del Dios.
La sonrisa de Thor se ensancha, enseñando sus dientes blancos y pulcros. Observa a su esposa con hambre, con la mirada de un cazador a punto de conseguir a su presa. Y esa presa, de cabello castaño al igual que sus orbes, de piel tan fina como la seda y de una sonrisa tan hermosa y pacífica, se encontraba con ansias de ser devorada por su cazador.
