—¿Puedo hacerte una pregunta? —inquirió, dudoso.

—Pues ya hiciste una —bromeé.

—Esta nueva vida... ¿Es buena? —soltó.

—Lo será —sonreí.

Luxu se alejó de mí. Lo vi marcharse sonriendo, feliz por él. Habíamos logrado salvarlo. El prado comenzó a oscurecerse, hasta que el sol se ocultó y la luna salió a reemplazarlo. Fue entonces cuando mi cabeza comenzó a doler.

Pero dolía mucho.

Me quejé por lo bajo, sujetando mi cabeza. ¿Qué demonios estaba pasando conmigo?

—¡Despierta! —escuché.

Abrí los ojos de golpe, consiguiéndome de lleno con el rostro angustiado de Nate. Mi mate, mi mejor amigo. Sus ojos bicolores me dieron la bienvenida. Su mirada me recorrió completa, como si estuviera buscando heridas, como si intentara averiguar que estaba mal.

—Eleanna, mi conejita, mi amor —me abrazó mientras lloraba.

Sentía mi cuerpo lento, mi mente dispersa entre el sueño y la realidad. ¿Qué había ocurrido?

¿Loba?

¿Loba?

¡Loba!

—Nate —susurré con pánico, mi voz temblaba al igual que mis manos—. Mi loba...

Nathan negó con la cabeza, respondiéndome sin palabras. Mi loba no había logrado sobrevivir. No había rastros de ella, ni siquiera el más mínimo. Y en esta ocasión, no era como cuando se ocultó para salvarnos de los vampiros. No. Esta vez me sentía vacía, abandonada.

—¿Por qué? —pregunté inundada en mis lágrimas.

—Eleanna... estuviste a punto de morir —negó con desesperación—. Sentí que te perdía.

Ignoré sus palabras, ahogada en mi dolor. No quería saber nada. Me sentía vacía, sola, llena de... Oscuridad.

—Nate —lloriqueé.

—Estoy aquí mi amor, quédate tranquila...

—No, no. Esto no puede estar pasando. Dime que no es cierto.

Las caricias de Nate eran frías. ¿O era yo la que me encontraba helada? Todo era confuso, todo era borroso. El dolor en mi cuerpo era insoportable, pero nada dolía más que mi alma.

—Elle...

—¡No! —lloré con fuerza.

—¡Eleanna! —gritó Elliot de repente.

Hice el amago de levantarme de dónde me encontraba. Parecía una especie de hospital, pero no estaba segura y tampoco me interesaba. El dolor me impulsó a levantarme, pero mi cuerpo apenas y respondía a mis órdenes.

Intentaron controlarme, entre ambos, intentaron menguar mi dolor, en vano. Grité, grité hasta quedarme sin fuerzas.

La magia dentro de mí se agitó y sólo me detuve cuando vi mis brazos cubiertos de oscuridad. Cuando noté que Elliot había terminado en la otra esquina de la habitación, mientras que Nathan intentaba aferrarse a mí.

—No —gimoteé.


—¿Cómo ha evolucionado la criaturita?

—No ha habido cambios en los últimos tres meses —respondí—. Como la comunidad ordenó, no ha utilizado más sus poderes. De su loba no hay señales de vida, pero ella asegura que está bien. Se aferra a la idea de que está escondida dentro de ella.

Los sacrificios de la lunaWhere stories live. Discover now