Capítulo 15: Mi mate.

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—¿Acaso perdiste la cabeza? —exploté, sin importarme en absoluto la mirada de todos los estudiantes sobre mí.

Algunos me miraron más tiempo del debido, pero luego me ignoraron. No era la primera vez que alguien llamaba la atención y yo no era de su interés. Tomé a Carol del brazo, llevándomela hasta un salón desocupado. Necesitaba tener una larga conversación con ella.

Carol se sonrojó, bajando la mirada hasta sus manos. Su cabello cubrió su rostro como si de una cortina se tratase. Estaba avergonzada, pero yo me encontraba tan enfadada, que no pude detenerme a moderar mi tono.

—No puedes ir a su casa. ¿Por qué irías a su casa? —pregunté, un poco histérica.

—Quiere ayudarme con mis clases de física —habló bajito.

Carol era una niña tierna, por lo que no pude mantenerme enfadada por mucho tiempo. Gritarle no serviría, necesitaba usar otra táctica. Tomé una larga respiración, controlando mi genio.

Sí, algo en Nick no me daba una buena espina, pero tampoco podía impedirle estar junto a su alma gemela. Cuando pudiera, le preguntaría a Elliot sobre las conexiones de los brujos. Cada especie tenía una conexión diferente, por lo que no estaba segura sobre como debía actuar respecto a Carol y Nick.

No era nadie para decirle que no lo hiciera, sin embargo, necesitaba intentarlo. Carol era mi mejor amiga, la niña que estuvo a mi lado incluso cuando traté de no relacionarme del todo con los humanos, la adolescente que a veces me escuchaba hablar sobre mi enamoramiento por Nate. Era mi deber cuidar de ella.

—No vayas —le supliqué.

—¿Por qué no? —ahora sí me veía, incluso podía ver que estaba molesta.

¿Cómo no se enfadaría? Ella nunca actuó extraña conmigo respecto a mis sentimientos. Nunca me dijo que no, nunca intentó hacer menos lo que yo sentía hacia mi mejor amigo. ¿Qué derecho tenía yo a decirle que no estuviera con su persona destinada? Era un poco hipócrita de mi parte.

Pero no podía retractarme. Primero investigaría un poco de Nick. Averiguaría todo lo que necesitara saber sobre él. Elliot de seguro contaba con mucha información que pudiera ayudarme. Si Nick resultaba ser inocente, entonces le pediría disculpas a Carol por entrometerme.

—Dame un par de días —pedí, intentando controlarme. Lo que menos quería era terminar discutiendo con ella. Carol era pura ternura, pero no temía sacar sus garras si algo no le parecía justo—. Sé que suena extraño, pero por favor, evita encontrarte a solas con él por un par de días.

—De acuerdo —accedió, pero su expresión no cambió ni un poco.

—Te prometo que te explicaré todo. Solo déjame averiguar algunas cosas. No confíes en él, Carol. Algo en mi instinto me dice que no es de fiar.

Antes, cuando no sabía de la existencia de mi loba, le achacaba todo al instinto. Solía creer que tenía la suerte de tener un buen instinto, luego mi loba apareció y pude confiar en que tenía una buena loba. Pero en este momento, mi loba no tenía nada que ver con aquella sensación.

Esto era la magia en mí diciendo que algo no estaba bien con él.

Y yo no pararía hasta averiguar qué sucedía.

Las clases fueron una tortura. Carol se la pasaba mirándome con el ceño fruncido, como si estuviera intentando descifrar lo que pasaba por mi cabeza.

—¿Qué demonios le ocurre? —preguntó Stuart a la hora del almuerzo.

—Está molesta conmigo.

Los sacrificios de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora