Epílogo

30.7K 3.2K 1.2K
                                    

Estaba durmiendo.

Sí, me encontraba durmiendo plácidamente. No quería despertarme. Me sentía cómoda, como si estuviera sobre un montón de esponjosas nubes. Quería mantenerme en este estado por un rato más, por un tiempo más.

Aquí no existían luchas.

Aquí no existían muertes.

Aquí no existía la magia, ni buena ni mala.

Aquí, podía estar en paz.

Soñé con la madre luna, acariciando mi cabello con suavidad. Me mimó como si de su propia hija se tratase, meciéndome en mis sueños, velando por mi seguridad. Recordaba haber conversado con ella, aunque apenas y podía recordar las palabras. Solo sé que había murmurado que iba a protegerme, incluso cuando pareciera que me había abandonado. Siempre estaba a mi lado.

También soñé con mi madre, quien lloró amargamente entre mis brazos. Por más que le pregunté qué ocurría, no logré entenderla. Era como si estuviera lejos, aunque yo me sintiera tan cerca. Lloró durante horas. O quizás solo fueron unos minutos.

Me destrozó verla llorar con tanto sentimiento. ¿Por qué estaba sufriendo tanto? Yo no quería que nadie más sufriera.

Incluso llegué a soñar con mi padre. Aquel alfa tan bondadoso que todos amaban. Con él si estuve conversando de manera consciente. Me había dado consejos sobre cómo ser una buena luna, cómo lidiar con el proyecto en el que estaba trabajando. Me había sonreído con orgullo cuando le comenté que era la luna de una manada grande, que tenía un compañero maravilloso esperando por mí. Sus ojos fueron cálidos, al igual que sus palabras. Me dijo que era hora de volver, pero que antes, aún tenía que encontrarme con alguien más.

—Lo lograste —sonrió con tristeza.

Nos encontrábamos en un prado que se me hizo familiar. Era de día, en el cielo no había ni una sola nube cercana. Era un lugar precioso lleno de magia. El sol tocaba todo a su paso, iluminando hasta el último milímetro de prado. Los animales corrían, alegres, felices. No lograba ubicar dónde había visto este lugar, pero verlo así de brillante y alegre me hizo sonreír con honestidad.

—¿Qué cosa logré? —pregunté con confusión.

Ni siquiera sabía quién hablaba.

Solo cuando me enfoqué en el centro, ahí, entre un millón de flores de diversos colores, se encontraba Nicholas. Su rostro era pacífico y tranquilo, parecía disfrutar del sol sobre su piel, como si nunca antes lo hubiera experimentado.

—No tenías que hacerlo, Eleanna...

Ahí fue cuando los recuerdos vinieron a mí. Aquel hermoso prado fue el lugar donde llevamos a Luxu, como un último intento de salvarlo, para que saliera del bucle de vidas que llevaba.

—Pero tú me lo pediste —escuché mi voz salir, sin siquiera procesar las palabras.

—No sabía que te sacrificarías por mí.

—No lo hice por ti —negué con la cabeza—. Conozco a tu reencarnación. Lo hice por él. Porque sabía que podría lograrlo.

—Carol...

—Carol renacerá —aseguré, interrumpiéndolo—. Ella renacerá cuando tú lo hagas. Esta vez, podrán estar juntos.

—Lo lamento —Se acercó con cautela hasta abrazarme—. Lamento todo el daño que he causado.

Solo le sonreí en respuesta. Ya sabía que lo lamentaba, también sabía que él haría hasta lo imposible por remendar su error. Y lo sabía, porque Liam siempre intentó cuidarme. Siempre intentó protegerme. Incluso si eso significaba condenarse nuevamente.

Los sacrificios de la lunaWhere stories live. Discover now