1. Dentro de una tormenta.

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Marta pasó la mayoría de su vida siendo una empleada de una pequeña hacienda en las afueras de la ciudad. En realidad tenía expectativas muy bajas sobre como iba a ser su vida en un futuro, pero cuando una pequeña mano sostuvo su dedo índice y sintió los ojos claros sobre su rostro, supo que vivir; fue la mejor decisión para ella.

Alex caminó cabizbaja sobre el asfalto, susurrando palabras groseras hacia este y preguntando que había pasado para que todo se fuera al jodido infierno. En su mano llevaba la caja marrón oscura, y en ese preciso instante le dieron unas increíbles ganas de patearla sobre el suelo hasta romperla, y luego tirarla en algún lugar alejado. Pero claro que no haría nada de eso, Italia era increíblemente silencioso en las tardes, y más cuando parecía que la lluvia no iba a tener fin. Las pocas personas que concurrían las calles, caminaban con un paraguas, apresurándose de llegar a su hogar o casa.

Alex pocas veces creyó vivir en un hogar, quizás sus padres siempre le dieron un inmenso cariño, pero nunca sintió esas inmensas ganas de correr hacia su madre, o darle un gran abrazo a su padre en su corta y preciada vida.

Tenía una hermana, su madre, intentaba nunca hablar sobre ella, pero por lo poco y nada que sabía, esta le hizo un gran daño a su familia.

No la conocía, nunca vio una fotografía de ella o porque esta ya no vivía en su casa; aunque en un gran arrebato de curiosidad, oyó como sus padres discutían sobre ella, y como había dejado a su familia por irse a vivir con un hombre a otro mundo, y jamás supo lo que verdaderamente significaban esas palabras. A los diecisiete años, la dieron como muerta, sus padres hablaron con ella y en como las cosas deberían cambiar en ese mismo momento; nunca fue a algún funeral, y nunca vio el cuerpo, pero le dijeron que fue una gran mujer.

Al llegar su casa, lo primero que hizo fue soltar un gran suspiro, su madre se encontraba tarareando una canción de Porcupine Tree dentro de la cocina, y cuando cerró la puerta pudo ver como esta volteaba con una gran sonrisa y un pastel sobre las manos. Alex dejo todas sus cosas sobre el sofá y se acercó a ella para admirar un poco más el pastel, el cual tenía una mala escritura, pero podía leer lo que decía, "eres la numero mejor", y al subir la mirada para encontrarse con los ojos zafiro de su madre, lo único que pudo hacer fue negar repetidas veces con su cabeza.

—No funcionó. —Hizo un mohín con su boca, quería decir algo más, pero nada salió de su boca en ese momento.

—¿Las partículas no se fusionaron correctamente bien? —Balbuceó Marta, y cuando su hija volvió a negar, supo que nada andaba bien. —Quizás no era el momento adecuado, hija.

Dejó el pastel sobre la pequeña mesita para volver hacia su hija. —Era el momento, madre.

Alex dio media vuelta y recogió todas sus cosas del sofá, subiendo a su cuarto y dejando a su madre con el pastel, quizás luego bajaría por este a comer, pero por el momento, su madre podía engullirlo completo; después de todo, a ella le encantaba todo lo que fuera dulce.

Al llegar a su habitación, dejó sus cosas sobre el escritorio, sintiéndose por primera vez; pequeña ante los ojos de todos. Se sentó sobre la cama y fue cuando sintió las lágrimas correr por su rostro, aunque ni siquiera supo cuando estas comenzaron a mojar sus piernas.

Se recostó en esta, hipando por culpa del llanto y limpió las lágrimas con la manga del vestido, pensando en que, si su padre la viera de esta manera, la regañaría, y diría algo como "no es el momento de rendirte por tú sueños, nunca lo es", y no lo sería. Por lo que se levantó de su cama, y caminó hacia el espejo que yacía junto a la puerta, mirándose el rostro por una fracción de segundos y luego intentando controlar su respiración, y cuando por fin pudo con ella, bajo las escaleras, viendo como su madre se fumaba un cigarrillo mirando por la ventana que daba a la avenida principal.

Fuera del tiempo (Ciudad subterranea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora